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Voto de Tiggy:
8
23 de mayo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un marginal mangaka fracasado cuyas novelas gráficas no son publicadas y no obtiene ingresos es visto como un paria para la trabajadora sociedad nipona, y más por su pareja que, avergonzada de él, decide desahuciarlo al poco de que comience una epidemia viral que transforma a las personas en infectados sedientos de carne y sangre humana, llamados ZQN, que aún presentan vagos recuerdos de sus vidas pasadas. Hideo Suzuki, armado con su legal rifle, se embarca en una huida acompañado de una joven escolar. A partir de entonces, no solo los ZQN serán la amenaza.
Premiada en el festival de Sitges en 2015, I Am a Hero es una adaptación del manga homónimo ideado por Kengo Hanazawa y llevado a la gran pantalla por Shinsuke Sato, director bastante relevante por sus numerosas adaptaciones a imagen real de mangas del calibre de Death Note o Gantz.
Shinsuke Sato, aunque la idea primaria ronde gracias a la mente de Kengo Hanazawa, hace una representación sublime del antihéroe a una escala grandiosa desde el punto de vista de que este no reúne ninguna de las virtudes propias del héroe, viéndose a sí mismo como un desgraciado, pero no por ello menos incapaz de alcanzar tareas loables. Presentándonos una concepción de personaje así desde el punto de partida, el director se vale de su condición para criticar los valores en los que se aposenta la cultura japonesa contemporánea, en la que exclusivamente se premia una cantidad de trabajo desmesurada, una cultura que introduce en sus ciudadanos la idea de nacer para trabajar, creando así diferentes escalas sociales basadas en la ocupación y obviando el esfuerzo, sobretodo, en ámbitos artísticos, contraponiendo personajes como un empresario y un taxista compartiendo el mismo plano y, aunque a través de la exageración, mostrándolos a través de sus interacciones. A lo largo de la cinta, el director hace mucho ahínco en este aspecto, que se mantiene flotando en el argumento casi de principio a fin, dando a entender también la clásica idea de que, ante ciertas situaciones, la pirámide social se iguala hasta el mismo punto obviando los triunfos que se hayan obtenido anteriormente, cambiando, también, la concepción social rápidamente, haciendo alusión al tópico de la Edad Media de la muerte igualadora. Al ser una película de infectados, conlleva obviamente también los temas de interacciones humanas ante situaciones de supervivencia y moralidad.
El género del terror es el primario, teniendo los toques de gore necesario y comedia negra muy dosificada para que no rompa la ambientación que consigue, dirigiéndose a un público adulto, quizás con exclusividad hacia espectadores asiáticos según un vistazo inicial, pero claramente es un ejercicio placentero para cualquier tipo de persona. La acción también es un género que agita con excelentes coreografías y muchísimas escenas rodadas con las técnicas habituales del género, ofreciendo deliciosas escenas de vértigo muy bien compenetradas con el género principal.
Adaptar un manga a la gran pantalla no es tarea fácil por la complejidad que alberga ajustar el guión inicial a los requisitos cinematográficos, pero Akiko Nogi, guionista de la película, hace un trabajo exquisito muy respaldado por la dirección de Shinsuke Sato, donde desde un inicio rápidamente se elabora un esquema de personalidad de su protagonista correcto, y con cierta profundidad, que reproduce una evolución muy grata a través de una estructura tan bien capitulada, con una línea narrativa tan bien relatada, que todos los conceptos fluyen claros hasta el espectador sin que ello acapare insustancialmente mucho tiempo de metraje.
No existe pega alguna en las interpretaciones, todos ofreciendo un registro versátil que acompañan sus personalidades cambiantes, aún cuando la transformación en ZQN se hace efectiva, con caracterizaciones maravillosas, siendo el que más sobresale Yō Ōizumi como Hideo y haciendo mención honorífica de Hisashi Yoshizawa como Iura.
Los aspectos cinematográficos de los que se vale el actor son muy interesantes, comenzando con una panorámica con retro travelling para presentar de manera óptima a su protagonista en el espacio adecuado, con una voz en off por parte de los medios de comunicación informando sobre el detonante de toda la acción y residiendo en segundo plano, captando la atención del espectador inmediatamente. En el mismo planteamiento, se emplean dos planos secuencia en puntos distantes, pero próximos en la trama, usando el mismo escenario cambiando la iluminación y, a través de una ligera angulación que crea un contrapicado con un travelling de seguimiento usando un dolly sobre la figura del protagonista, se expresan sentimientos totalmente opuestos a pesar de usar las mismas técnicas, y enfrentando los potentes pensamientos japoneses del trabajo y la cotidianidad, haciendo un dibujo de la sociedad rápido pero efectivo que cala en el espectador.
La fotografía es preciosa, y muy versátil, que muestra una gran cantidad de escenarios como ciudades, bosques (con el espectacular monte Fuji) o un abandonado centro comercial, acompañada de una excelente iluminación usada en ocasiones de manera muy poética, sabiendo jugar muy bien con la iluminación artificial que ofrece la escenografía. El vestuario busca un realismo, pero también dar un rasgo de personalidad estereotipada a sus personajes, especialmente, al protagonista.
La elección musical de Nima Fakhrara es muy resultona aún teniendo muy poca cantidad de temas y, paradójicamente, los principales sin ser propios japoneses.
Aún alargándose demasiado algunas escenas de acción y dando un desenlace muy inapropiado, es una sublime película sobre infectados que se aleja de los productos serie B que suelen producir en cantidades industriales. Es una obligación su visionado para los amantes del género.
Premiada en el festival de Sitges en 2015, I Am a Hero es una adaptación del manga homónimo ideado por Kengo Hanazawa y llevado a la gran pantalla por Shinsuke Sato, director bastante relevante por sus numerosas adaptaciones a imagen real de mangas del calibre de Death Note o Gantz.
Shinsuke Sato, aunque la idea primaria ronde gracias a la mente de Kengo Hanazawa, hace una representación sublime del antihéroe a una escala grandiosa desde el punto de vista de que este no reúne ninguna de las virtudes propias del héroe, viéndose a sí mismo como un desgraciado, pero no por ello menos incapaz de alcanzar tareas loables. Presentándonos una concepción de personaje así desde el punto de partida, el director se vale de su condición para criticar los valores en los que se aposenta la cultura japonesa contemporánea, en la que exclusivamente se premia una cantidad de trabajo desmesurada, una cultura que introduce en sus ciudadanos la idea de nacer para trabajar, creando así diferentes escalas sociales basadas en la ocupación y obviando el esfuerzo, sobretodo, en ámbitos artísticos, contraponiendo personajes como un empresario y un taxista compartiendo el mismo plano y, aunque a través de la exageración, mostrándolos a través de sus interacciones. A lo largo de la cinta, el director hace mucho ahínco en este aspecto, que se mantiene flotando en el argumento casi de principio a fin, dando a entender también la clásica idea de que, ante ciertas situaciones, la pirámide social se iguala hasta el mismo punto obviando los triunfos que se hayan obtenido anteriormente, cambiando, también, la concepción social rápidamente, haciendo alusión al tópico de la Edad Media de la muerte igualadora. Al ser una película de infectados, conlleva obviamente también los temas de interacciones humanas ante situaciones de supervivencia y moralidad.
El género del terror es el primario, teniendo los toques de gore necesario y comedia negra muy dosificada para que no rompa la ambientación que consigue, dirigiéndose a un público adulto, quizás con exclusividad hacia espectadores asiáticos según un vistazo inicial, pero claramente es un ejercicio placentero para cualquier tipo de persona. La acción también es un género que agita con excelentes coreografías y muchísimas escenas rodadas con las técnicas habituales del género, ofreciendo deliciosas escenas de vértigo muy bien compenetradas con el género principal.
Adaptar un manga a la gran pantalla no es tarea fácil por la complejidad que alberga ajustar el guión inicial a los requisitos cinematográficos, pero Akiko Nogi, guionista de la película, hace un trabajo exquisito muy respaldado por la dirección de Shinsuke Sato, donde desde un inicio rápidamente se elabora un esquema de personalidad de su protagonista correcto, y con cierta profundidad, que reproduce una evolución muy grata a través de una estructura tan bien capitulada, con una línea narrativa tan bien relatada, que todos los conceptos fluyen claros hasta el espectador sin que ello acapare insustancialmente mucho tiempo de metraje.
No existe pega alguna en las interpretaciones, todos ofreciendo un registro versátil que acompañan sus personalidades cambiantes, aún cuando la transformación en ZQN se hace efectiva, con caracterizaciones maravillosas, siendo el que más sobresale Yō Ōizumi como Hideo y haciendo mención honorífica de Hisashi Yoshizawa como Iura.
Los aspectos cinematográficos de los que se vale el actor son muy interesantes, comenzando con una panorámica con retro travelling para presentar de manera óptima a su protagonista en el espacio adecuado, con una voz en off por parte de los medios de comunicación informando sobre el detonante de toda la acción y residiendo en segundo plano, captando la atención del espectador inmediatamente. En el mismo planteamiento, se emplean dos planos secuencia en puntos distantes, pero próximos en la trama, usando el mismo escenario cambiando la iluminación y, a través de una ligera angulación que crea un contrapicado con un travelling de seguimiento usando un dolly sobre la figura del protagonista, se expresan sentimientos totalmente opuestos a pesar de usar las mismas técnicas, y enfrentando los potentes pensamientos japoneses del trabajo y la cotidianidad, haciendo un dibujo de la sociedad rápido pero efectivo que cala en el espectador.
La fotografía es preciosa, y muy versátil, que muestra una gran cantidad de escenarios como ciudades, bosques (con el espectacular monte Fuji) o un abandonado centro comercial, acompañada de una excelente iluminación usada en ocasiones de manera muy poética, sabiendo jugar muy bien con la iluminación artificial que ofrece la escenografía. El vestuario busca un realismo, pero también dar un rasgo de personalidad estereotipada a sus personajes, especialmente, al protagonista.
La elección musical de Nima Fakhrara es muy resultona aún teniendo muy poca cantidad de temas y, paradójicamente, los principales sin ser propios japoneses.
Aún alargándose demasiado algunas escenas de acción y dando un desenlace muy inapropiado, es una sublime película sobre infectados que se aleja de los productos serie B que suelen producir en cantidades industriales. Es una obligación su visionado para los amantes del género.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Aunque equidista de la idea primordial, también se esboza un planteamiento del caos como liberación del fracasado, como sustento, como consuelo, como dice el refranero castellano: 'mal de muchos, consuelo de tontos', representado livianamente con la figura de Mitani (Miga Tsukaji) y su jefe, su maestro, Abe-san (Yū Tokui).
El director utiliza un recurso muy gracioso como son planos abstractos para escenificar los inseguros e hilarantes pensamientos del Hideo Suzuki (Yō Ōizumi) jugando con el tiempo y las posibles vertientes de acción/reacción que ofrece la trama, sin hacer ninguna peripecia pretenciosa o tediosa a lo Christopher Nolan.
Mantiene un ritmo creciente típico de las películas de zombis, donde la tensión se acumula hasta el gran clímax que hace las delicias del público por tan gratificante show escénico en el que todos los personajes, de una forma u otra, tienen algo que decir. Los diálogos son simples, efectivos, usados siempre para aligerar el desarrollo humano de Hideo y forzar su móvil sin que sea muy abrupto, tratando de hacer un conjunto narrativo realista dentro del mundo creado por el mangaka Hanazawa.
También se usa el plano subjetivo voyeur como pérdida de esperanza y recibimiento ante un nuevo arco al observar a través de la rendija del buzón a Tekko (Nana Katase) infectada, para Hideo y para el espectador. Los planos contraplanos también son habituales, tanto en el comienzo para escenificar el conflicto familiar como más adelante para adversar la cobardía con la valentía.
El director utiliza un recurso muy gracioso como son planos abstractos para escenificar los inseguros e hilarantes pensamientos del Hideo Suzuki (Yō Ōizumi) jugando con el tiempo y las posibles vertientes de acción/reacción que ofrece la trama, sin hacer ninguna peripecia pretenciosa o tediosa a lo Christopher Nolan.
Mantiene un ritmo creciente típico de las películas de zombis, donde la tensión se acumula hasta el gran clímax que hace las delicias del público por tan gratificante show escénico en el que todos los personajes, de una forma u otra, tienen algo que decir. Los diálogos son simples, efectivos, usados siempre para aligerar el desarrollo humano de Hideo y forzar su móvil sin que sea muy abrupto, tratando de hacer un conjunto narrativo realista dentro del mundo creado por el mangaka Hanazawa.
También se usa el plano subjetivo voyeur como pérdida de esperanza y recibimiento ante un nuevo arco al observar a través de la rendija del buzón a Tekko (Nana Katase) infectada, para Hideo y para el espectador. Los planos contraplanos también son habituales, tanto en el comienzo para escenificar el conflicto familiar como más adelante para adversar la cobardía con la valentía.