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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Thriller Anna, Georg y su hijo Georgie van a pasar las vacaciones a su bonita casa a orillas de un lago. Sus vecinos Fred y Eva han llegado antes que ellos. Las dos parejas quedan para jugar al golf al día siguiente. Mientras padre e hijo preparan el velero, Anna prepara la cena. De repente, Peter, un joven muy educado que se aloja en casa de los vecinos, se presenta para pedir que le presten algunos huevos porque a Eva no le queda ninguno. De ... [+]
3 de julio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Controvertida y polémica a partes iguales, Michael Haneke agitó al público a pesar de su limitada distribución con un macabro espectáculo de sadismo que, a su manera, es empapado de cierta lírica teatral que baila un waltz siniestro con la crítica social, recreando con esmero una grotesca historia de sadismo explícito que a nadie deja indiferente. Funny Games, de la que diez años más tarde haría un remake norteamericano, nos coloca como voyeurs en el seno de una familia acomodada formada por Anna, la madre, Georg, el padre, y Georgie, el pequeño hijo, donde su estancia vacacional será perturbada por la intrusión de dos jóvenes psicópatas.

Haneke, director cuyo estilo ha despertado tantos admiradores como detractores, consolidó su carrera gracias a una exclusividad estilística muy influenciada por clásicos como David Lynch o Ingmar Bergman, agregándoles elementos originales, especialmente en la técnica cinematográfica propia de la nueva ola de cine austriaco, llena de connotaciones que reflejan los intereses de un director que tiene mucho que contar, y mucho de lo que quejarse.

Con una muy corta duración, la película explota la idea del home invasion llevándolo prácticamente al territorio del falso snuff, donde la crueldad irracional se extiende como una plaga de picudos rojos sobre la palmera de la burguesía, representando una obra donde nosotros somos pasivos espectadores colocados minuciosamente en un entorno umbrío donde el sadismo recorre todos y cada uno de nuestros sentidos, estremeciéndonos ante el gran repertorio de siniestras posibilidades que arroja Haneke sobre el hado de sus víctimas. Moviéndose exclusivamente por el terror psicológico, el alemán sabe inspirar la maldad sin envidiar a directores como Lars von Trier, esculpiendo paciente la forma del horror realista.

Tratando temas como el morbo mediático, ya que alguno de sus personajes son 'conscientes' de que están siendo grabados, interactuando con nosotros con un toque insano y sarcástico que impregna todos los diálogos, o cierta hipocresía de los estratos altos de la sociedad, los cuales son impasibles pero igual de vulnerables que el resto de la pirámide, de ahí usar un tono tan realista que se asemeja, en ocasiones, al giallo de películas como Tenebre (Dario Argento, 1982). Jamás una home invansion, subgénero tan explotado en el género, había resultado tan cruda e incómoda, algo de lo que Mike Flanagan bebió con prudencia para su estupenda Hush (Silencio) (2016).

El planteamiento se antoja maravilloso, presentándonos a la feliz familia jugando a adivinar piezas de música clásica, claramente estereotipando su clase social, con composiciones de Händel, que luego rompe drásticamente con una mezcla de death metal y speed metal de John Zorn, que anticipa el desorden tanto en estancia como en emociones, sin que ellos sean conscientes, aunque nosotros sí. Con un pulso perfecto, Haneke elabora una narración de este primer arco inmensa, creando una atmósfera de incomodidad desde los primeros momentos que se hincha hasta la virulenta explosión instigada por los antagonistas; Paul y Peter, unos desquiciados jóvenes. La anticipación de sucesos de manera indirecta se va a repetir durante toda la película con primeros planos de objetos relevantes para la trama (el equipo de golf o los huevos), así como a través de diálogos (el teléfono).

A partir de este primer arco, el argumento se va desvaneciendo hasta el punto de estar visionando una larga sucesión de perversiones en forma de juegos donde los diálogos apenas tienen importancia (hay una brillante que se burla de la construcción de los psicópatas en muchas producciones, cuando Paul revela el tópica pasado de Peter mientras se ríe). La inmisericordia y mordacidad de los cruces de diálogos van a ser los herreros de la pieza más férrea donde se acopla el resto de un ligero armazón, constituido por escenas de violencia explícita que sabia y usualmente el director deja fuera de campo, siguiendo con sus travesuras macabras con las que perturba al espectador y fortificando una atmósfera insalubre desarrollado casi en su totalidad en un único espacio; el salón.

Me ha molestado ligeramente la inverosimilitud de las reacciones de los personajes que componen la familia, exhibiendo una pasividad frente a sus agresores inaudita que, quizás, Haneke emplea intencionalmente para favorecer el toque de surrealismo. Por otra parte, el mismo Paul parece ser un reflejo del director, ya que conoce en todo momento la ubicación de la cámara, hacia la que parece posar, y, rompiendo la cuarta pared a sabiendas de estar siendo observado, nos cuestiona como espectadores intimidándonos o incluso preguntándonos aspectos de la propia película, llegando a moldear el guión a su antojo. Muchos tildan ello como tomadura de pelo, yo, por otra parte, lo considero una robustecimiento de la crítica hacia una sociedad insensible y morbosa y, por qué no, una increpación del alemán a la misma.

Si algo sobresale en el estilo del realizador es el abuso de planos fijos con movimientos panorámicos casi nimios que alarga demasiado para la exposición de una situación de causalidad insuficientemente compleja para tomarse tanto tiempo. Por otra parte, los planos medios eluden un lenguaje cinematográfico más artístico para acercarnos al estremecedor realismo sobre el que Haneke se direcciona, así como planos escorzo emulando nuestra propia presencia a la vera de los personajes.

La violencia gratuita ejercida por los actores Arno Frisch (Paul) y Frank Giering (Peter), muy bien compenetradas por los diferentes cuadros psicóticos de ambos, es elevada por unas interpretaciones serenas e incisivas que arremeten con ímpetu contra las emociones del resto de personaje.

Aún sin haberme impactado como debiera, es una película original que muta la fórmula del home invasion hacia un carácter que elude lo sobrenatural de forma descriptiva e irónicamente cruel con el que me he sorprendido por la creatividad punzante de Michael Haneke.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tiggy
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