Supongo que Spielberg estaba hasta los cataplines tras más de diez años de Oscars técnicos y ninguneo de los del cotarro (aka Academia). Tenía el sambenito de que era un cineasta comercial y no había forma de quitárselo.

Así que el muy pillo decidió hacer su película más comercial, "La lista de Schindler". Sí, lo que oyen, comercial. Si incluso antes de estrenarla ya le había vendido sus bondades a los que votan el premio ese del calvorota dorado. Y le salió la película redonda para esos fines: "El Holocausto contado a los que no han leído un libro sobre ello (versión para niños)". Se salió con la suya ¡Chapeau!

Ahora vayamos a la película. Si en vez del Holocausto hubiese tratado de otra barbarie de la historia de la humanidad, que hay a porrillo, ¿sería buena? No. Tres horas para un guión tan pobre sólo puede ser reiterativo. Y eso es lo que hace la película, repetirse continuamente. Incluso Spielberg subraya con rotulador rojo a una niña. Por eso es en blanco y negro, para remachar y subrayar.

De todas formas tampoco es una mala película. Ralph Fiennes está espléndido. Pero lo de Liam Neeson llorando no se lo cree ni el tato. Y Ben Kingsley hace por enésima vez de Gandhi. La escena de "esta lista es el bien absoluto, bla bla..." es patética. Como si el tío estuviese hablando para la historia y supiese que iban a hacer una película sobre eso.

Eso sí, hay que reconocer que como film divulgativo tiene su mérito.