Pero sólo uno. Concretamente, mientras la veía el mío fue: ¿la suspendo o no?

Porque los demás supuestos suspensivos son de suspenso sin pensarlo. Cada supuesta escena de intriga me dejaba indiferente. Por mí como si hubiese caído la bomba atómica en esa escuela, que ni me hubiese inmutado.

Lo más logrado es el retrato costumbrista. Claro que al ser francés la gente lo valora más. Ya se sabe que tiene más predicamento oír a un lugareño gabacho decir un "puturrúdefuà" que a un pueblerino hispano soltar un "ajoarrieeero".

Otra cosa que suele subir la nota en las franchutadas antiguas es que enseñen cacho. Aquí se transparentan pezoncillos, los de la esposa del director, una especie de Greta Garbo patética y con trenzas. Vamos, que la explota tanto o más que el personaje de la peli. No, si al final habrá que hacer un elogio de la censura. Ante ese reto la imaginación española juega al tute, con sentido. Y la francesa juega al teto, aunque no venga a cuento.

Lo que me hizo más gracia es el caso del inspector aparecido. Ni que fuese el arcángel Gabriel. En el sitio más insospechado y con las puertas cerradas aparece siempre a cualquier hora y lugar. El único momento que me entró algún cosquilleo en el estómago. Concretamente, de risa.

Es verdad también que el desenlace sorprende y es un buen giro. Concretamente, a mí me sorprendió medio dormido y di un buen giro en el sofá. Para darle al stop y dormir divinamente como un angelito.