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Drama
Tres años después de la caída del régimen de Saddam Hussein, Ahmed, un niño kurdo de doce años, recorre con su abuela las polvorientas y solitarias carreteras del norte de Irak con la esperanza de encontrar a su padre, un soldado arrestado por la Guardia Republicana de Saddam al final de la Guerra del Golfo. Recorren caminos devastados por las bombas y se cruzan con otras personas en la misma situación; todos viajan en busca de alguien, ... [+]
19 de septiembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahmed es un joven kurdo de doce años, que junto a su abuela, también kurda, emprende un largo y dificultoso viaje atravesando un Irak marcado por un clima posbélico, dónde la hostilidad está a la orden del día y cuesta encontrar alguna dosis de solidaridad. Un sinuoso recorrido con un objetivo claro. Para el crío, encontrar a su padre. Para la abuela, volver a ver a su hijo.
Al Daradji se ha acercado mucho al fango, pero lo ha pisado con seguridad, sin mancharse demasiado. Se ha ceñido a muchas de las pautas básicas del género y cuando ha pretendido alejarse, ha mantenido siempre una distancia de seguridad. Quiere agradar a todos los posibles, procurando no salpicar más de la cuenta. Necesita un poco más mordiente y tocar las narices al personal. Nos muestra un poco la ocupación norteamericana, a través de ciertos quehaceres y algunas funciones que desempeñan sus soldados profesionales. Pero pudiendo hacer cierta crítica a la situación, llevando algunos hechos a puntos más radicales, se contenta simplemente con mostrarlo de manera fugaz y ciertamente vacía, sin que podamos apenas hacernos una idea de la nueva situación del país, sólo una vaga sensación del control que tienen los yanquis. Supongo que si hubiera deseado mostrar un mensaje contundente, habría arriesgado más, con un tono más hiriente y porque no decirlo, más realista. Pero decide mantener cierta compostura, para muchos respetable. Haciendo así, que sea mayor número de público el que pueda quedar satisfecho.
Volviendo a la senda de las pautas genéricas, sobre las que Al Daraji se mueve con soltura. Cabe decir que recurre a patrones cómo la abundancia de travellings y planos de paisajes. Mediante los que si consigue llevarnos con cierta habilidad hacia los áridos desiertos iraquíes. Unos son más desoladores, otros emanan cierto optimismo. En alguno en concreto se llega a ver el oasis en medio del desierto, un lugar de anhelo por tiempos de paz y seguridad. Tampoco podían faltar algunos memorables acompañantes eventuales, que sin tener una extensa duración en pantalla, pueden decir tanto o más que los protagonistas. Aunque bien cierto es que podría haber sacado más partido de la relación de la abuela de Ahmed con alguno de los secundarios. Sobre todo con el ex soldado, que meditabundo y pesaroso, intenta subsanar sus errores del pasado. Pero desde luego no es amargo el sabor que dejan.
Al Daradji se ha acercado mucho al fango, pero lo ha pisado con seguridad, sin mancharse demasiado. Se ha ceñido a muchas de las pautas básicas del género y cuando ha pretendido alejarse, ha mantenido siempre una distancia de seguridad. Quiere agradar a todos los posibles, procurando no salpicar más de la cuenta. Necesita un poco más mordiente y tocar las narices al personal. Nos muestra un poco la ocupación norteamericana, a través de ciertos quehaceres y algunas funciones que desempeñan sus soldados profesionales. Pero pudiendo hacer cierta crítica a la situación, llevando algunos hechos a puntos más radicales, se contenta simplemente con mostrarlo de manera fugaz y ciertamente vacía, sin que podamos apenas hacernos una idea de la nueva situación del país, sólo una vaga sensación del control que tienen los yanquis. Supongo que si hubiera deseado mostrar un mensaje contundente, habría arriesgado más, con un tono más hiriente y porque no decirlo, más realista. Pero decide mantener cierta compostura, para muchos respetable. Haciendo así, que sea mayor número de público el que pueda quedar satisfecho.
Volviendo a la senda de las pautas genéricas, sobre las que Al Daraji se mueve con soltura. Cabe decir que recurre a patrones cómo la abundancia de travellings y planos de paisajes. Mediante los que si consigue llevarnos con cierta habilidad hacia los áridos desiertos iraquíes. Unos son más desoladores, otros emanan cierto optimismo. En alguno en concreto se llega a ver el oasis en medio del desierto, un lugar de anhelo por tiempos de paz y seguridad. Tampoco podían faltar algunos memorables acompañantes eventuales, que sin tener una extensa duración en pantalla, pueden decir tanto o más que los protagonistas. Aunque bien cierto es que podría haber sacado más partido de la relación de la abuela de Ahmed con alguno de los secundarios. Sobre todo con el ex soldado, que meditabundo y pesaroso, intenta subsanar sus errores del pasado. Pero desde luego no es amargo el sabor que dejan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Debo recalcar cómo consigue con destreza que logres una gran familiaridad con Ahmed, el protagonista, que a pesar de su corta edad, se pasea por un Irak devastado en compañía de su abuela sin atemorizarse por nada. Mientras que aquí, muchos de los chavales de su edad juegan a la PSP y apenas corren por los parques, allí recorren mil kilómetros sin mayor entretenimiento que una flauta y una chaqueta. Tampoco digo que haya que llevar a los chavales con siete años a la mili, pero el proteccionismo occidental está dejando las mentes anestesiadas. Y Ahmed, que vive con bastante despreocupación la situación, nos permite por momentos mantener un halo esperanzador. Porque para él, lo complicado es encontrar a su padre, nada más. Y es como afronta el viaje, con una inocente ilusión, jugueteando con la flauta que perteneció a su padre. Que le transporta por momentos a lugares de calma y alegría. Situaciones de sosiego que no hacen más que aclarar el oscuro entorno que les rodea. Del que Ahmed se mantiene al margen, pero no su abuela. Ella si es consciente de la tozuda realidad, y asume las posibles consecuencias con sobriedad y firmeza. Un trabajado contraste que marca el desarrollo de los acontecimientos, cimentado en dos generaciones muy distintas. Una, la de la abuela, basada en la añoranza del pasado y la resignación por agotamiento. Mientras la de Ahmed, se mantiene con hambre de futuro, de cimentar las nuevas bases y afrontar con euforia todo lo que venga por delante. Personas de la valentía de Ahmed y su abuela, se merecen un olé, al menos de mi parte.