Hay un trato muy bonito hacia lo desconocido, y no podía ser más clave para el sustento del argumento que el protagonista principal fuera una mezcla de "enfan´t terrible" y niño condicionado por su entorno familiar. Desde la novedad fantástica también deviene el contacto, la comunicación y una pequeña integración que demuestra la capacidad de contar una historia mítica y convertida en un retrato humanista y social de la creencia en otras formas de vida extraterrestres.

Ese control del cántico por la libertad animal, el ejercicio metacinematográfico con el que la semiosis intencional de las escenas se carga de emoción y humor, además de generar un divertimento muy bien ejecutado. Como bien demostró Spielberg en "Indiana Jones y el arca perdida" (1981), la pieza musical de Jhon Williams eleva a los personajes hacia la magia de la nueva era de Hollywood, exponiendo la fantasía de un fiel retrato hacia el rechazo del miedo a lo que no se comprende, a lo que aún no se conoce pero es común al género humano.

Desgarradora concepción de dependencia con el otro para subsistir, para residir en la vida y compenetrarse con otros seres vivos; a veces creer en la diversidad cultural se presenta con un enfoque sentimentalista e importante en el consuelo alegre de un niño. La obra más reverenciada de Spielberg palpita en todos los corazones y no sólo forma parte de una innovadora producción cinematográfica, puesto que al espectador se le confirma su universalismo, su transmisión de lo que concierne realmente a lo que hay detrás de una verja o en otro mundo: un hogar para cualquiera.