La verdad es que es una película que no me atrapó desde el primer momento. Los personajes protagonistas resultan herméticos, incluso insípidos. Pero si llegas hasta el final, te das cuenta de que su simpleza es su grandeza, te das cuenta de que se trata de dos personas que no ven colores de piel, que sólo se aman. Son personas sencillas que sienten sencillamente amor, y que gracias a eso cambiaron un poco el mundo.

La película va avanzando como las ruedas de un carro tirado por un burro, lenta pero firme.

Todo el peso de la película recae sobre la pareja protagonista, pero los secundarios no desmerecen en absoluto.

No esperen elocuentes discursos a lo “I have a drem” de Martin Luther King Jr., no los hay. Pero no hacen falta. A estas personas sólo les hizo falta amarse.