Si mala era la primera, peor es la segunda. Lo dicho, los próximos ocho apellidos, ya sean gallegos, cántabros o ceutís, que se los guarden en el chip del DNI, porque hasta aquí puedo soportar.

Primero: La pareja de los personajes, Rafael y Amaya, tiene cero química, nivel Castle y Bekett o Amidala y Anakin (el mayor).

Segundo: No me gusta cuando las películas de comedia españolas tratan de emular a las estadounidenses, además a las más tontas. Ésta, como su predecesora, lo hace. Resulta insultantemente estúpida, como la primera.

Tercero: Cogen los tópicos andaluces y vas ... ah no, ahora catalanes, los peores, los elevamos a máxima potencia, y a mezclar situaciones increíbles. Increíbles porque no se las cree nadie, no encajan.

En la serie "Allí abajo" (Nota aclaratoria: el guión de la serie fue previo a la primera película, que nadie crea que se hizo para aprovechar el filón) se da la misma trama: choque entre andaluces y vascos, y me gusta, y me hace gracia. No sé si será porque está hecha con cariño, porque los tópicos los utilizan tanto los propios como los ajenos, pero con respeto, en un "somos diferentes, sí, pero nada más". En esta película, y en la anterior, los tópicos se utilizan sin respeto ni gracia ni auto-crítica.

Puedo salvar la intervención de Belén Cuesta.