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Voto de AdolfoOrtega:
10
Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
19 de julio de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cuarto mandamiento es el absurdo título con que se conoce en nuestro país The Magnificent Ambersons, segunda película de ese prodigio de la comunicación audiovisual que es Orson Welles. En su ópera prima, Ciudadano Kane, Welles presenta sus avales, y nos enseña el amplísimo abanico de recursos técnicos de los que dispone. La película supuso una auténtica revolución en el cine, y es para muchos, una de las mejores películas de la historia, aunque para otros es demasiado ostentosa y sobrecargada. En el Cuarto Mandamiento, aun con el archiconocido inconveniente de las limitaciones en el montaje final, toda la capacidad técnica de Welles está al servicio de la narración, para dar forma a una película más sosegada.

Desde el magnífico arranque que con trazos firmes nos adelanta el sentido del film, hasta el originalísimo epílogo que bebe del Welles radiofónico, ninguna secuencia tiene desperdicio. Los personajes están perfectamente definidos y son perfectamente creíbles en su evolución. Una magnífica ambientación convierte a la mansión y a las calles del pueblo en uno de ellos. Hay escenas memorables, como el plano fijo en la cocina donde el pretencioso y caprichoso George engulle una tarta de fresas, hasta el plano secuencia del baile... y la escalera. Todo al servicio de un relato que nos habla de cambio y de adaptación, de rancio abolengo y de efervescente modernidad, de trineos, carruajes o automóviles. Nos hará reflexionar sobre lo efímero de las cúspides sociales, como lo haría con anterioridad ese monumento literario que es El Gatopardo de Lampedusa, y precediendo a la versión llevada al cine por Visconti, o a la visión sarcástica y cachonda de Berlanga en Patrimonio Nacional.

El Cuarto Mandamiento es, finalmente, paradójica. Porque nos cuenta lo que cambian los tiempos, el fluir vertiginoso de las modas, lo efímero de todo lo que nos rodea...pero con su mera presencia demuestra lo contrario, que hay joyas imperecederas que siempre conservarán su fuerza y su belleza sirviéndonos de anclaje en el trepidante mundo de cambios en que nos defendemos día a día.
AdolfoOrtega
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