Las cajas chinas suelen tener un resorte oculto que solo el dueño conoce. Un pequeño escondite donde se guarda una llave secreta, un tesoro. La caja china tiene un laberinto interno y por mucho que quien robe la caja al propietario la mire por todos los lados, no dará con el resorte mágico. Hong Kong es una inmensa caja china y se diría que hay también infinitos resortes posibles para acceder a infinitos escondites y secretos. Pero quizá ésta sea una caja de esas que no pueden abrirse, cuyo departamento secreto sea imposible de encontrar. Por eso, porque no es únicamente uno. Lo más probable es que no se encuentre nunca el centro del laberinto. ¿Estamos perdidos en un laberinto sin centro alguno, sin escondite alguno, sin secreto alguno? En eso consiste el enigma. No sabemos si lo que hay detrás es oro molido o una ráfaga de viento. Mucho o poco. Todo o nada.