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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Drama El sheriff Henry Tawes, un hombre ya maduro, se siente hastiado del mundo en el que vive y recuerda con nostalgia su pasado cuando trabajaba en una zona rural de Tennessee. Sin embargo, su vida cobra un nuevo sentido al conocer a Alma McCain, la hija de un hombre que destila licor ilegalmente. El cambio que se produce en él es tan evidente que su mujer acaba dándose cuenta de que lo está perdiendo. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desgarradora radiografía de la vida rural en la América de finales de los 60, personificada en un sheriff de pueblo, desencantado y erosionado por la rutina diaria, que se deja llevar por el deseo que siente por una joven de inocente belleza y simpleza, que para complicar más el asunto, es hija de un destilador de alcohol clandestino. Su lujuria inicial despertará el anhelo de una vida diferente alejada de su cotidiana vulgaridad, aunque ponga en peligro la estabilidad de su familia, su trabajo, e incluso los propios valores morales que han hecho de él una figura honrada y respetable tras años de servicio.

Frankenheimer prosigue con su interés por mostrar el lado oscuro e inestable de distintos ámbitos de la sociedad americana, propiciados por el germen de una época convulsa y desilusionante que empujaba a los individuos a conspirar o desear una ruptura con lo establecido, una sacudida al sistema (o a sus vidas) que hiciera cambiar de rumbo los acontecimientos. “El mensajero del miedo”, “Siete días de mayo”, “Plan diabólico” o esta “Yo vigilo el camino”, hablan de personas que intentar cambiar de forma drástica la realidad que les rodea y engulle, optando para ello si resulta necesario por medidas contundentes que puede derivar en daños colaterales, a veces un gobierno y el rumbo de un país, o a nivel más local una familia o los valores de un individuo.

Gregory Peck sorprende con un personaje alejado de sus habituales registros íntegros y de fuertes convicciones morales, para personificar al hombre maduro que se sacude su declive físico y anímico dejándose arrastrar por la tentación del adulterio como forma de rejuvenecer y recuperar emociones. Resulta un poema verle la cara de resignación cuando comparte momentos con su familia, y como en sus furtivos encuentros amorosos se transforma en un adolescente juguetón y bromista, mientras se le ilumina el rostro como quien sonríe al encontrar algo que creía perdido en la memoria.

Frankenheimer adopta un tono intimista, nostálgico y afligido para mostrar esas vidas estancadas que parecen no ir a ninguna parte, resultan magistrales las escenas del matrimonio, la erosión progresiva que devora sus vínculos, la concienciación de la esposa sobre lo que sucede y sus intentos por que todo se mantenga dentro de una absurda normalidad fingida.

La historia comienza y se cierra con los rostros curtidos, desgastados, de los habitantes reales del lugar (el director los filmó a escondidas y a distancia ya que fue amenazado para que se marcharan de allí junto con todo el equipo de grabación), miradas perdidas que ya no esperan nada y que casi no comprenden la realidad que les rodea.

Peliculón que lo deja a uno como a Gregory Peck, de rodillas con el rostro desencajado intentando asimilar que ya nunca nada volverá a ser igual, y ni mucho menos a como pudo ser y no fue.
Orson_
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