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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Terror. Intriga Una puritana institutriz es contratada para hacerse cargo de la educación de dos niños huérfanos que viven en una apartada mansión rural. Pronto empieza a sospechar que los antiguos criados, muertos hace tiempo, ejercen todavía una perniciosa influencia en la vida de los niños. Basada en la novela de Henry James "Otra vuelta de tuerca". (FILMAFFINITY)
25 de enero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante ejercicio de suspense y misterio sobre fenómenos sobrenaturales, dirigido por Clayton con una elegancia poco habitual en el género, que brilla aún más gracias al magnífico trabajo de artistas de renombre como Freddie Francis en la gloriosa fotografía o la colaboración de Truman Capote en la adaptación del texto de Henry James.

Con algunas escenas visualmente poderosas, lo que predomina en cambio en el relato es la permanente sensación de inquietud, una especie de malsana atmósfera que lo va impregnando todo y que hace que cualquier gesto mundano pueda parecer algo sospechoso, siniestro, una ambigüedad que permanece inalterable hasta el último fotograma, creando desconcierto creciente. En un juego de contrastes, los maravillosos jardines albergan estatuas que sobresaltan, las canciones de los niños parecen presagios de mal augurio, sus risas y juegos albergan sospechas de conspiraciones, y las historias de personas que trabajaron en la mansión, que vamos conociendo a la vez que la nueva institutriz, añaden elementos morbosos e inmorales que acentúan el ambiente enrarecido.

El relato se va oscureciendo con detalles inquietantes y sórdidos que ponen a prueba el carácter puritano de la institutriz, criada en un estricto ambiente familiar, hija de un párroco, y que nunca ha abandonado la soltería, lo que convierte la escena del beso con Miles en un momento cargado de una extraña e insólita sexualidad debido a la pureza e inocencia de ambos. Un momento de gran belleza a la vez que desconcertante lascivia.

Muy buenas y convincentes interpretaciones del reducido reparto, sobresaliendo la maravillosa Deborah Kerr entregada a su personaje, y un impecable Martin Stephens como el niño Miles, el cual ya había asombrado un año antes como carismático líder de los extraños y temibles niños de la no menos desasosegante “El pueblo de los malditos”.

“The innocents” es de esas películas llenas de matices que ganan con cada visionado, de las que permanecen en el recuerdo con el tiempo y de las que al recordar algún detalle nos cambia la percepción de los hechos, nuestras conclusiones, por lo que es imposible tener certezas, porque todo es brumoso como en un sueño.

Al atravesar con la Srta. Giddens la entrada a la finca y recorrer los jardines hasta la casa, la acompañamos en un viaje a la inquietud que se alimenta de los temores de la mente, de nuestras propias creencias sobre lo desconocido, bordea la paranoia haciéndonos dudar de nuestros sentidos, y finalmente nos obliga a aferrarnos a nuestra fe desnuda como tabla de salvación para evitar hundirnos en las aguas oscuras.

“No quiero destruir a los niños, sólo salvarlos”, repite como un rezo para no perder la cordura. Repite, como un lamento, como una súplica.

Un viaje cuyo destino final desafía la lógica, pero que hace del trayecto en sí mismo una experiencia apasionante, en la que acaba por desaparecer la línea que delimita lo que acontece frente a nuestros ojos de lo que bulle en nuestra mente.
Orson_
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