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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Drama Un hombre (Robert Redford) que se ha escapado de la cárcel vuelve a su pueblo, pero sus vecinos, gentes absolutamente degradadas, emprenden contra él una auténtica cacería como si se tratara de una diversión más. Sólo el sheriff (Marlon Brando), un hombre integro y cabal, tratará de evitar su linchamiento. (FILMAFFINITY)
10 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es Arthur Penn un director del que suela acordarme mucho, aunque algunas de sus obras me parezcan magníficas, como “Pequeño gran hombre”, “Bonnie & Clyde” o “El milagro de Ann Sullivan”, y otras como "El zurdo" nunca hayan terminado de entrarme. Pero es de esos directores que tras una eclosión creativa de gran prestigio sufrieron un misterioso declive acelerado a partir de los años 80, hasta casi desaparecer del mapa. Son de esas cosas extrañas que ocurren en el mundo del cine que uno no se explica, caso de Peter Bogdanovich por ejemplo, o de Lawrence Kasdan un poco después.

Es curioso cómo el tiempo le cambia a uno la perspectiva de las películas que ve. Recuerdo “La jauría humana” a finales de los 80, en plena fiebre de videoclubes, y grabarse en la memoria, aparte del impactante final, la historia de un preso fugado que debe ser encontrado por la policía antes de que el pueblo dé con él y lo ajusticie.

Ahora, 25 años después, esa historia de intriga me ha parecido casi hasta secundaria, asombrado por la descripción dura y sin tapujos de la sociedad americana de ese pueblo sureño que se pudre entre envidias, infidelidades y odios enconados por el tiempo, que luchan por estallar. La noticia de la fuga de Bubber sirve para adentrarnos en la intimidad de los hogares y asistir al descorazonador panorama que se nos muestra: la familia desolada por el fracaso en la educación de su hijo convertido en fugitivo, el timorato vicepresidente del banco incapaz de alzar la voz siquiera para contener las infidelidades y salidas de tono de su díscola esposa, el hijo del millonario que vive un matrimonio de mentira y se asfixia bajo la sombra protectora de su padre, o el sheriff que se sabe colocado a dedo en su puesto y lidia continuamente con el desprecio de sus vecinos, mientras procura regirse por el sentido común conteniendo la repulsa por lo que ve a diario.

Las fiestas sociales acentúan aún más la degeneración, en la clase alta los millonarios rivalizan en la ostentación de su partidista generosidad mientras sus jóvenes y bellas esposas los ridiculizan con su falta de modales. En la clase trabajadora, la noche del sábado se convierte en un desenfreno de alcoholismo, libertinaje y excesos en los que volcar su frustración.
Y de fondo, aunque presente de forma palpable, el latente racismo local nunca superado, vía de escape por la que dar rienda suelta a la violencia engendrada por la rabia que, en parte, ellos sienten al sentirse despreciados por las clases superiores; el refugio del cobarde que se alivia con el más desprotegido.

En medio de todo este catálogo de vidas hastiadas destaca la candidez con la que se describe el encuentro furtivo entre Anna (Jane Fonda) y Jake (James Fox), la pasión de un romance a escondidas como tabla de salvación a sus vidas, que aunque lastrado por las decisiones del pasado, les sirve como llama para alimentar las esperanzas de un improbable futuro mejor, sin ligaduras. “Supongo que las cosas llegan tarde para la mayoría de la gente”, dice ella. Premonitorio.

La fuga de Bubber resulta ser el pretexto argumental para que los acontecimientos se precipiten, las máscaras se terminen por caer, y la muchedumbre se convierta en una jauría humana (qué acierto, por una vez, el título español) sedienta de venganza. En la chatarrería se descontrolarán los acontecimientos, sobre todo por parte de los adolescentes que, siguiendo el ejemplo de sus mayores, banalizan los sufrimientos ajenos y en todo ven un juego y un desafío inmaduro. Penn da rienda suelta entonces a mostrar una violencia descarnada (la paliza al sheriff deja al espectador paralizado de impotencia), que estará muy presente también en su siguiente obra, la aclamada “Bonnie & Clyde”, y que aquí abruma en su impactante desenlace, viendo el cuerpo del sheriff retorcido de dolor ante la curiosa y sádica mirada de todo el pueblo a las puertas de la comisaría.

El sheriff, representante de la ley y hombre cabal, acabará superado por la fuerza de los acontecimientos y cederá a descargar también toda su impotencia; tal es el influjo maligno que lo ha llegado a impregnar todo. No le quedará más remedio que aceptar su derrota e iniciar una huída pactada hacia otro lugar, incapaz de contener la jauría y de verse infectado por su rabia.

Amarga, descorazonadora, cruel, una crítica feroz, pero imprescindible, aún a riesgo de que nos amargue el día.

Se dice, intentando menospreciar el trabajo de Arthur Penn, que Sam Spiegel impuso bastante de su criterio a la hora de filmar la peli, como si fuera nocivo poner el talento a disposición de otra causa. Nunca se podrá cuantificar esa influencia, pero lo que queda claro es que el resultado fue admirable.
Orson_
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