Les guste o no les guste ésta es la película del año: ése es el resutado de juntar a un monarca de la dirección como es David Fincher -el autor de obras maestras como Seven (para mí el mejor thriller de la historia seguido de The Silence of the Lambs) y the Fight Club - junto con Gary Oldman, un excelente reparto, una asombrosa mega producción de los años 30, cientos de extras, y unos modestos veinticinco millones de dólares.
Esta película es para admirar esa hermosa época clásica del B/W, sus proyectos ambiciosos y al locuaz, regordete, alcohólico y cantinflesco -ojo con el término- Mankiewicz encarnado por el fabuloso Oldman que al fin se quita los anteojos y el uniforme de sheriff de Ciudad Gótica y resplandece más que nunca. Lo vemos convalesciente tendido en una cama dando a luz el guión de Citizen Kane bajo la presión de Lord Welles y paseandose a sus anchas por los palacios de la crema innata de la época.

Sin duda el filme más personal y más estéticamente bello de Fincher en que nos comparte de la mejor manera su Rosebud. Indispensable para los que gustan del cine clásico y por supuesto de Citizen Kane.

Sus diez nominaciones al Oscar merecidísimas y su calidad infinitamente superior a artilugios como Nomadland, que al parecer volverá a barrer injustamente en los premios del domingo.

Y sin duda la mejor del año: junto con The Father, Druk y Tenet me hacen ver que el cine en el 2020 no se fue a la mierda.