Filmada hace ochenta años, ofrece la estructura clásica de estos productos bien ambientados y con gestión típica de los tiempos.

La banda sonora que no cesa un instante, acompaña sin tregua, todas las escenas, transformándose en un chirrido constante que te martillea como en un despliegue acorazado.

Los efectos especiales, debemos reconocer que eran espléndidos para la época, fueron premiados con un Oscar, pero aparte del vestuario y la escenografía, no queda mucho más que el desteñido guiño nostálgico.

La nota que recibe, en la actualidad, según mi opinión es como el reconocimiento a un viejo actor que ofreció grandes actuaciones en el pasado, y hoy recoge el premio de reconocimiento a toda una carrera, tembloroso y perdido. Ya nada queda de lo que fue, aunque todos lo contemplamos con admiración y afecto. Esa fue la sensación que me produjo ver este anciano LADRÓN DE BAGDAD.