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Voto de General Mola:
3
Acción Cuando el crimen se extiende como una plaga, el teniente de policía Marion "Cobra" Cobretti es el único remedio para combatirlo. La misión de Cobra consiste, por una parte, en detener a los seguidores de una secta de asesinos y, por otra en proteger a Ingrid, la testigo de un asesinato cometido por la banda. Con lo que no cuenta es con la existencia de un "topo" en el departamento de policía, que se encargará de informar del escondite de la chica. (FILMAFFINITY) [+]
31 de agosto de 2010
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
De cine poco se puede hablar de esta película. "Cobra" es posiblemente la mayor macarrada perpetrada por Sylvester Stallone, en la que abundan frases dominantes (a cargo del protagonista, claro), reparto de puñetazos y machiruleces varias que hacen las delicias de aborregados mancebos de la ciudad ("ochenteros" sobre todo) que alucinan con un presunto despliegue de testosterona de alguien que tiene pinta de ser "duro". Para ser "duro" hay que buscar en otra parte, comparemos las virtudes de Mario Cobretti con las de nuestro nuevo héroe:

En lo más profundo de las sierras castellanas se ocultan hombres que aguantaron la llamada migratoria hacia la ciudad tecnócrata. Ellos resistieron y vencieron a la supuesta "dureza" urbana con su secular forma de ser hombres que imponen y nadie les tose.

El Tío Gurriato es un espécimen humano capaz de dejar la presunta "dureza" de Mario Cobretti a la altura del más amanerado taconazo de Guti. El Tío Gurriato no lleva cazadora ni gafas de sol, luce su camisa color gris claro planchada por su abnegada esposa (en cuyo bolsillo esconde su reloj de mano asido al bolsillo con su cadena de plata); así como sus pantalones de pana bien ceñidos y sujetos por tirantes que se elevan mucho más allá del ombligo, bajo éste se asoma su apéndice reproductor que se yergue abrupto en su protuberancia marcando las dos y diez.

Al Tío Gurriato no le hacen falta gafas de sol. Sus ojos no necesitan protegerse del astro rey para tratar de imponer respeto. Entre la sombra que le brindan sus pobladas cejas y la dureza de sus ojos achinados por efecto del sol al trillar en la era, lo cual, a su vez, le confieren su característica mirada penetrante y desafiante.

Al Tío Gurriato no le hace falta repartir puñetazos a diestro y siniestro para poner en su sitio a jovenzuelos descarriados. Él sólo precisa de una mano para arrearlos convenientemente; esa mano con dedos engarfiados producto de la artritis con mayor poder que un gancho de izquierda de Joe Frazier. Dicha mano funciona cual bayoneta, ya que remata a sus víctimas con su uña del dedo meñique; uña de filo puntiagudo que porta el veneno mortal del cerumen acumulado después del arrebañamiento pertinente que alivia ligeros escozores auditivos. Si la cosa se pone fea no precisa arma de fuego en el cinturón; con su garrota y su navaja milenaria con mango de madera y una sola hoja que vale tanto para cortar chorizo, como para atornillar o separar la roña acumulada en las uñas de los pies, despachando al otro barrio a cualquier individuo incómodo que se le cruce en su camino.

Comer pizza fría del congelador no es ser "duro" para el Tío Gurriato. Él ni siquiera se tiene que molestar en ir al congelador y abrirlo, se encuentra la comida ya preparada por su devota esposa que le ha puesto sopa como primer plato, es entonces cuando saca a relucir su poderío: "¡Reme! ¡Esta sopa está sosa! ¡Ponle sal, coño!"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
General Mola
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