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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Comedia Basada en hechos reales, cuenta la historia de Henri Verdoux, un hombre de doble vida. Por un lado es un respetable hombre casado padre de un hijo, pero por otro es un seductor que, bajo otra identidad, se dedica a casarse con viudas ricas a las que posteriormente asesina para quedarse con su fortuna. (FILMAFFINITY)
18 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Monsieur Verdoux” es, sencillamente, una obra maestra, la enésima de su director —y productor, guionista, protagonista, músico… a Chaplin sólo le faltaba llevar el catering—. Se trata de una delicia cáustica cuyas amables trazas de alta comedia apenas si alcanzan a endulzar el vitriolo que destila cada uno de sus fotogramas.
Existe cierto consenso crítico en torno a la idea, metafórica, de que con esta película Chaplin enterraba definitivamente a su inmortal vagabundo. Si bien es cierto que no volverá a ponerse el bombín ladeado, el estrecho frac y los pantalones “oversize”, no lo es menos que su Henri Verdoux parte de la misma dicotomía moral que pespuntea las cintas protagonizadas por su icónico personaje; eso sí, sazonada de un cinismo y una amargura que cabe achacar a la edad —Chaplin está cerca de cumplir los sesenta años—, a sus crecientes problemas con la administración americana, y a que la idea original parte de Orson Welles, quien no se caracterizaba por ser precisamente un alma de cántaro.
Así, su habitual compasión por los desfavorecidos y correlativo resentimiento para con los poderosos se manifiestan en “Monsieur Verdoux” con una brutalidad inusitada. En representación de los primeros, la esposa parapléjica, el hijo pequeño de ambos y la joven recién excarcelada constituyen roles recurrentes en la filmografía de Chaplin. En cuanto a los segundos, la grotesca nueva rica encarnada por una magnífica Martha Raye —hacen falta talento y arrestos para disputarle el plano a todo un Charles Chaplin con tamaño descaro—, se erige en ejemplo palmario de las escasas simpatías que el cineasta albergara hacia el patriciado.
Tal como suele ocurrir en todas sus historias, acompaña a la trama principal una medida combinación de melodrama y humor físico, ecuación en la que este último —reminiscencia del vodevil y el “slapstick” de sus inicios— suele, a mi juicio, salir mejor parado. Los atildados gestos de ese improbable aprendiz de Barba Azul, o los esfuerzos arduos y denodados por pasar desapercibido en su propia boda, han envejecido bastante mejor que el ramillete de pasajes lacrimógenos a los que sirven de contrapunto. Como anticipándose a ello —y no me extrañaría que también la presciencia se contase entre sus virtudes—, Chaplin se prodiga mucho más en las situaciones rocambolescas que en las —pretendidamente— emotivas, decisión que redunda en beneficio de la película. En suma, una verdadera joya, no por otoñal menos valiosa.
Carorpar
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