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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
5
Drama Tras haber luchado en la Primera Guerra Carlista, Martín vuelve a su caserío familiar en Guipúzcoa y allí descubre con sorpresa que su hermano menor, Joaquín, es mucho más alto de lo normal. Convencido de que todo el mundo querrá pagar por ver al hombre más grande sobre la Tierra, ambos hermanos se embarcan en un largo viaje por Europa en el que la ambición, el dinero y la fama cambiarán para siempre el destino de la familia. Una ... [+]
25 de agosto de 2018
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Sin ser un fan del realismo mágico —antes al contrario, me resulta amanerado y estomagante—, creo que a “Handia” le hubiera sentado bien una aproximación más desacomplejada al subgénero, pues tanto la historia como la atmósfera así lo demandaban a gritos. No atreviéndose a ello, el tándem formado por Jon Garaño y Aitor Arregi entrega un relato meramente costumbrista cuyo interés se va diluyendo al mismo ritmo que el “Gigante de Altzo” suma centímetros a su maltrecha humanidad. Nada raro, por otra parte, habida cuenta del lastimoso conservadurismo que aqueja al cine todo, y no sólo al estrictamente comercial. Prueba de lo cual es que, sin contarse tampoco entre mis directores de cabecera, hace veinticinco años Julio Medem manifestaba una osadía mucho mayor en “Vacas” (ídem, 1992), cinta con la que cabría establecer cierto parentesco, verdad que lejano.
El argumento, aun tratándose de un guion a cuatro manos —o quizá precisamente por eso mismo—, es de una linealidad cansina, agravada hasta lo irritante por un ritmo en exceso monótono. Nada tengo contra el “basado en hechos reales”, pero pese al “Diktat” de la hiperactividad contemporánea, la vida no es otra cosa que el triunfo de la rutina; conque o en su transposición a la pantalla la sazonamos con un pellizco de literatura, o su visionado se antojará tan apasionante como el de un documental de sobremesa.
Sí conviene reconocerles a “Handia” y a sus responsables el mérito de haber hecho de la necesidad virtud, aprovechando hasta la raspa un presupuesto que no debía de dar para grandes alegrías. Así, en el aspecto técnico la película es impecable, con una elegante fotografía y una reconstrucción rigurosa del período isabelino. Incluso asistimos a un par de escenas de batalla resueltas con suma, sobria eficacia. Eneko Sagardoy, que en la realidad apenas pasa del metro ochenta, insufla a su acromegálico personaje una doliente sensibilidad que compensa un tanto el percherón costumbrismo antedicho. Merecido Goya a mejor actor revelación.
Carorpar
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