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Voto de telemendenge:
6
Drama Inglaterra, siglo XVII. Oliver Cromwell (Richard Harris) es anglicano y lucha contra la corrupción y el catolicismo. Cromwell no está de acuerdo con la tiranía del rey Carlos I (Alec Guinness), y tiene la intención de viajar con su familia al Nuevo Mundo. Pero, la víspera de su partida se verá envuelto en una complicada trama que desembocaría en una guerra civil entre los partidarios del rey y los del Parlamento y que hizo que Cromwell ... [+]
20 de noviembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un peliculón, va a entretener durante más de dos horas, es vistoso hasta decir basta y contiene una intriga política que multiplica su interés por su vestigio histórico. Vestigio, que no documento, ¡ojo! Se cuenta lo que interesa, no los trapos sucios. Y, vistas las perchas, se comprende que la moda la marcara París, con sus elegantes mosqueteros y sus sombreros de ala ancha y pluma de faisán, en lugar de esos siniestros puritanos.

Pocas naciones ha habido más guerreras que España pero entre ellas, quizá la que más, Inglaterra, y bien que se ha ocupado de gloriar su épica militar en infinidad de producciones. Inglaterra ha peleado contra los escoceses, los irlandeses, los franceses, los españoles, los alemanes, los indígenas norteamericanos, los chinos, los hindúes, los birmanos, los sudaneses, los zulúes, los argentinos, los árabes... En esta rara cinta, los ingleses pelean contra los ingleses. Esta historia casi no la han contado. La ropa sucia se lava en casa.

Esta rareza podría ser la principal razón para interesarse por esta cinta. En cuanto al personaje de Cromwell, responde al perfil bien conocido de revolucionario salva patrias que, con sobradas razones y sacrificio personal, le ajusta las cuentas a un gobernante déspota y miserable que, al igual que vemos en nuestros días en nuestro país, pacta con los enemigos de su patria con tal de preservar su poder.
Le está bien empleado pero eso no convierte a Cromwell en un gran hombre, sino en un significado revolucionario tal cual lo fueron Danton, Marat o Robespierre que, cien años después, copiaron el modelo y decapitaron a la pútrida nobleza que sojuzgaba a Francia. Esto les permitió coronar a un emperador, nada menos, tres lustros después, para que les guiara a una guerra mundial. ¡Viva la revolución!

Quizá en este aspecto, la cinta ensalza indebidamente la figura de un luchador, que no de un buen estadista, aunque bien mirado, su furor propició que en los próximos siglos las monarquías supervivientes perdieran su poder omnímodo.

En cuanto a la factura artística, magnífica producción con apabullante despliegue de medios en los escenarios del Parlamento y, sobre todo, del campo de batalla. Es aquí donde sobresale el ingente número de soldadesca armada, uniformada o de paisano, caballería incluida. Pero... las escenas de batalla decepcionan por su confusión. Tras mostrar generosamente la alineación, el cuerpo a cuerpo se resuelve de forma fugaz, en plano corto, encuentros muy breves, disparos de cañón que, como estamos acostumbrados a ver, no hacen blanco pero provocan la caída de los jinetes y, visto y no visto, tocan a retirada y dan por perdida-ganada la batalla. ¿Qué ha pasado? ¿Ya está? Nos preguntamos. Con la que parecía que se iba a liar aquí.

Respecto a Richard Harris, hace que su vehemente Cromwell resulte insoportable. Siempre en tono de arenga, siempre furibundo, siempre exaltado. Muy carismático, sí, pero harto fastidioso. Todo lo contrario que Alec Guinness, con su rey Carlos, comedido, altivo, inaccesible, traicionero... Contrapunto a su némesis, que hace brillar su personaje. Aún mereciéndolo, casi sentiremos que le corten la cabeza. Bien por él.
telemendenge
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