Son ya muchas las películas y series sobre el género que han pasado por mi retina, supongo que los aficcionados al cine tarde o temprano encontramos un placer especial viendo este tipo de historias sobre grandes personalidades, su peculiar entorno y sus negocios. Todos nosotros, pese a rechazar la moral mafiosa, acabamos empatizando y cogiendo cariño a los protagonistas. Pero Gomorra es muy diferente.

Gomorra describe con la máxima brutalidad el mundo que Roberto Saviano, aun jugándose el pellejo como hizo y sigue haciendo, nos dio a conocer sobre la mafia existente en Nápoles. Aquí se aprecia, sin ningún tipo de maquillaje, todo el engranaje que se mueve para conseguir enriquecer de la manera más vil y autoritaria a unos pocos, a costa del sufrimiento y las debilidades de muchos.

Es realmente gratificante ver que de vez en cuando se repite lo ocurrido en The Wire: un grupo de actores, prácticamente desconocidos a nivel internacional, se aferran al papel de sus vidas y consiguen plasmar en acción las ideas del papel. Grandísimos los tres Savastanos y Ciro. Aunque fuera de esta belleza interpretativa y de la calidad del guion, la trama y la música... todo es feo, horriblemente feo: los crudos entornos habitados por yonkis y delincuentes, la dificultad de las familias honradas para llevar una vida digna y los niños orientando sus juegos a perfeccionar su futura entrada en la venta de drogas.

En contadas ocasiones hemos visto esta coherencia, una realidad tan dura plasmada con este detalle y calidad, con todo su añadido de que, pese a ser una historia en cierto modo retocada y ficticia, no deja de ser un reflejo fidedigno de lo que ocurre allí. La recomiendo fervientemente, el ritmo no decae, engancha desde el principio y rompe con lo visto en televisión sobre el género. Obligatorio su visionado en versión original, el dialecto napolitano añade un extra de agresividad que nos mete de lleno en la trama.