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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
8
Comedia. Drama Basada en una obra teatral del propio Stoppard. Narra la historia del príncipe Hamlet a través de dos personajes secundarios que aparecen en el drama de William Shakespeare. (FILMAFFINITY)
5 de enero de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas cuantas adaptaciones cinematográficas se han hecho hasta la fecha del drama de Hamlet – a lo tonto van unas cuantas- esta es sin duda la más original y provocadora. Para empezar porque no estamos ante ninguna tragedia; la historia del príncipe de Dinamarca nos es contada desde el punto de vista de dos personajes secundarios que aparecen en la obra, Guildenstern y Rosencrantz, los dos amigos del protagonista a los que el rey invita a la corte para que intenten averiguar el porqué de la desazón del héroe. Desde su simpleza, ni Rosencrantz ni Guilderstern serán capaces de descubrir los motivos que llevan a su amigo al borde de la locura, su escasa lógica les hará concluir que se trata de un personaje absurdo al dejarse enredar por problemas que sin duda para ellos resultan demasiado elevados. Es lo que finalmente convierte el drama en comedia y en parodia; la película juega con ese concepto tan alleniano de que lo trágico puede tornar en cómico con un simple chasquido de dedos; todo depende del color del cristal con el que se mira.

Ni el shakespeareano más purista tiene derecho a quejarse ni a rasgarse las vestiduras ante lo que Tom Stoppard ha hecho con el texto de Sir William, y es casi seguro que si éste levantase la cabeza no tendría otro remedio que rendirse y aplaudir con vehemencia los resultados. A Stoppard, notable dramaturgo y gran conocedor del teatro inglés en general e isabelino en particular, le debemos los guiones cinematográficos de “Shakespeare in love” (con el que ganó el Oscar) y de “Brazil” (por el que fue candidato a la dorada estatuilla). En esta ocasión, Stoppard lleva a la pantalla su propia obra, escrita y representada por primera vez en 1967, una pieza dramática que bebe mucho del teatro del absurdo. No es necesario ser un entendido en Shakespeare para saber apreciar la brillantez que se oculta tras el guión y los diálogos; evidentemente cuanto más ducho sea uno en el tema más lo disfrutará. Aún así es toda una delicia ver (y oír ) cómo juegan al al tenis con las palabras unos jóvenes Tim Roth y Gary Oldman, quienes tras este film lograrían su consagración definitiva, gracias a las películas de Tarantino el primero y a Coppola y a Bram Stoker el segundo.

Ciertamente, suena a herejía y sacrilegio, huele a profanación, atreverse a tocar los sagrados textos shakespereanos adulterando además su naturaleza original. Stoppard se sirve de los mismos cimientos con los que el Bardo construye sus comedias; el ingenio, la agudeza (que los personajes sean unos lerdos no implica que el lenguaje y la retórica empleados también lo sean), el enredo, el equívoco, el ser y el no ser (aparentar). El resultado es un lúcido trampantojo y un notable ejercicio de metaliteratura. En un momento de la función, los dos protagonistas intentan ajustar cuentas con su autor, recriminándole la poca relevancia que les ha dado en la trama. Shakespeare en efecto no se esmera demasiado en aclarar cómo terminan uno y otro, son dos personajes absurdos y sin importancia – si lo serán que ni siquiera están presentes en la oscarizada adaptación de Laurence Olivier. Esta película les hace justicia, empieza in media res con el fantasma aparecido y todo el fregado ya montado. Termina con el oscuro episodio de los piratas y Hamlet regresando a Elsinor para enfrentarse a su destino trágico. Pero eso aquí no importaba, aquí sólo interesaba la historia de Guildestern y Rosencrantz. Todo lo demás era silencio.
Juan Solo
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