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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
5
Drama. Comedia España, años 50. Macarena Granada (Penélope Cruz), la gran estrella “americana” de origen español, retorna a su tierra para encarnar a Isabel la Católica. Al enterarse de la noticia, Blas Fontiveros (Antonio Resines), que no había vuelto a España desde que se fuera a dirigir "La niña de tus ojos" a la Alemania nazi 18 años atrás, decide regresar y reencontrarse con algunos de sus viejos amigos y compañeros. Su llegada desata una serie ... [+]
29 de noviembre de 2016
63 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo a Fernando Trueba decir en una entrevista que siempre tuvo interés en retomar la historia y en regresar a los personajes de “La niña de tus ojos”. Que así como no había gastado ni cinco minutos de su vida en imaginar lo que el futuro les podía tener guardado a protagonistas de otras películas suyas como “Belle epoque” o “El año de las luces”, sí en cambio le había dado muchas veces por elucubrar acerca del destino de Macarena Granada y de su troupe. “La reina de España” surge de esa necesidad que yo, y supongo que alguno más, no siento como espectador. Muchos creen que Trueba tocó techo aquella noche en la que confesó ante el mundo entero que sólo creía en Billy Wilder, pero yo soy de los que piensan que lo mejor estaba aún por llegar. Y llegó, precisamente cuatro años más tarde con las andanzas de aquellos cómicos españoles desplazados a los estudios alemanes de la UFA para rodar una película de bandoleros y serranas en plena época nazi. Aquella historia y sobre todo aquel final a lo “Casablanca” tan brillante y tan cerrado merecía tal vez quedarse en nuestra memoria antes que ser reabierto dieciocho años después. Pero, a fin de cuentas, quién soy yo para llevarle la contraria a todo un Oscar de Hollywood.

Y no cabe duda de que Trueba ha sabido encontrar el hilo por el que tirar y reconducir la trama, que no es otro que la presencia estelar de Penélope Cruz cuya vida ha transcurrido en estos años paralela a la del personaje que interpreta en la película. Como a Macarena, a Pe a la hemos visto triunfar en Hollywood, ganar un Oscar y codearse con las estrellas; si a la madrileña le hemos conocido romances con Tom Cruise o Matt Dammon, la andaluza también ha tenido sus cosillas con Marlon Brando a quien hasta puede que le haya llegado a hacer un par de huevos fritos. El cine dentro del cine como ejercicio y espejo de la realidad. Macarena vuelve a su tierra y la recibe una España sumida en la depresión y en la miseria; evidentemente, la situación no es ni mucho menos comparable, pero el país que se encuentra Pe cada vez que decide regresar a él tampoco está para muchas alegrías.

Es por eso, por lo que además de ser una historia de reencuentros, “La reina de España” es también una historia de supervivientes. De hecho, lo mejor de la película está en esos primeros diez minutos magníficos – títulos de crédito incluidos- en los que asistimos a ese reencuentro feliz y berlanguiano entre los antiguos camaradas. El espectador advierte en todo momento que sigue intacta la complicidad y la química entre los actores, viejos conocidos, que se muestran especialmente cómodos en sus roles (cabe destacar además alguna afortunada incorporación al elenco como la de Javier Cámara). Todos ellos asumen su condición de supervivientes, obligados casi a su pesar a sumergirse en un pasado glorioso, una gloria que a fin de cuentas no deja de ser de cartón piedra.

Si la película no acaba de cuajar es porque esos focos duran lo que duran y tarde o temprano terminan por apagarse. Ya sin la frescura ni la espontaneidad de antaño, el guión reproduce posteriormente situaciones ya vistas, bien resueltas en unos casos y no tanto en otros. Los gags y el humor inteligente se alternan con momentos que rozan la caspa más sonrojante cuando no directamente el mal gusto. Eso sí, “La reina de España” vuelve a erigirse en un auténtico homenaje a los profesionales y artesanos del cine en nuestro país que tienen que sacar su trabajo adelante contra viento y marea. Trueba, y demagogias las justas, vuelve a denunciar entre líneas que el maltrato que sufre la industria, la profesión (y es posible que hasta el espectador) no es en absoluto patrimonio de otras épocas.
Juan Solo
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