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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
8
Drama Film semiautobiográfico de la propia infancia y juventud de Spielberg. Ambientada a finales de la década de 1950 y principios de los años 60, un niño de Arizona llamado Sammy Fabelman, influido por su excéntrica madre, artista (Michelle Williams), y su pragmático padre, ingeniero informático (Paul Dano), descubre un secreto familiar devastador y explora cómo el poder de las películas puede ayudarlo a contar historias y a forjar su propia identidad.  [+]
28 de febrero de 2023
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era cuestión de tiempo que Steven Spielberg acabase dirigiendo una película como “Los Fabelman”; más allá del hecho coyuntural de que los relatos cinematográficos de infancia y adolescencia contados en primera persona se hayan puesto más o menos de moda hoy en día (Cuarón, Sorrentino, Gray o Branagh recogiendo el testigo y siguiendo la estela abierta en su día por los Fellini o Truffaut). En cualquier caso, estamos ante un caso excepcional: a lo largo de su ya dilatada carrera, Spielberg se ha encargado previamente de dejar por el camino las suficientes miguitas de pan para que quienes crecimos viendo y amando sus películas sepamos a estas alturas todo o casi todo sobre él. De un modo sutil y transparente a la vez. No hay nada pues que se cuente en “Los Fabelman” que en principio nos deba pillar de nuevas. Gracias a sus películas más icónicas, con el tiempo hemos podido ir descubriendo no sólo detalles de la personalidad del director, sino también episodios concretos de su vida, especialmente de sus primeros años en el mundo. Supimos así de su temprana cinefilia y de su precocidad en el oficio de hacer películas, o de su estricta educación en el judaísmo desde la más tierna infancia. El de Ohio nos habló también entre líneas del bullyng que sufrió durante su etapa adolescente o, con algo menos de sutilezas, del trauma que le supuso,también en la edad púber, el divorcio de sus padres.

Puede que ese “deja vu” constante en la obra spilberiana le reste puntos a una propuesta tan en principio incontestable como esta. A cambio, en “Los Fabelman” nos encontramos con un Steven especialmente cauto a la hora de manejar un material tan sensible como el que tiene entre manos, que reprime como nunca sus ramalazos y sus tics habituales (aunque haberlos también haylos). A pesar de que la ocasión se prestaba, el director se nos muestra sorprendentemente menos tendencioso, manipulador y blandengue que en otras ocasiones (que conste que no siempre ha de verse matiz peyorativo en estos tres adjetivos). Spielberg vuelve a jugar la baza de lo emocional y vuelve a ganar. Nos vuelve a ganar como espectadores.


La diferencia básica estriba en que mientras a Cuarón o a Branagh les puedes respetar más o menos como realizadores y profesionales, lo de Spielberg directamente es otra cosa. A Spielberg lo consideras parte de tu vida y - por qué no - hasta de tu familia, es como ese tío lejano que tienes en América y que de vez en cuando te trae regalos en forma de películas. Por tanto de entrada ya no puedes sentir de la misma forma “Belfast” que “Los Fabelman”. Además un film de Spielberg puede ser bueno, malo o regular, fallido o acertado, mediocre o sublime, lo que nunca puede dejar de ser es una experiencia emocionante. Y cada estreno de Spielberg era (es) siempre un acontecimiento; recuerdas perfectamente en qué cine lo viste, con quién lo viste, si el de al lado hacía ruido con las palomitas o si la sala estaba llena o vacía. Quizá al final lo de menos fuese comprobar que la película no había colmado las expectativas previstas.

Como dice un buen amigo mío, Spielberg tiene el don mágico de volvernos niños antes incluso de que eche a andar el proyector (un señor francés que trabajó con él le dijo “Haz algo con niños” y se sacó de la chistera “ET, el extraterrestre”). ”. En “Los Fabelman”, Spielberg vuelve a su propia infancia que es también un poquito la nuestra. Con la perspectiva del tiempo, que uno ya tiene sus años, uno también descubre que no vivirá un momento más mágico dentro de una sala oscura que aquella primera vez en la que se sentó delante de una pantalla grande esperando a que se apagasen las luces. Lo más cercano a eso es siempre una película de Spielberg. Lo reconocerán incluso quienes hoy han renegado ya definitivamente de él y son más de Albert Serra o Apichatpong Weerasethakul, pero crecieron viendo “En busca del arca perdida” o “Parque Jurásico”. Puede que si le dan una oportunidad a “Los Fabelman” vuelvan a sentir esa magia y a recuperar esa inocencia que un día perdieron entre la penumbra de un patio de butacas.
Juan Solo
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