Fabián Medea dirige esta película como quien cocina un pavo y lo rellena con batatas, nueces, ciruelas, etc., en definitiva, con mucha peculiaridad sudafricana.

La trama tiene su intríngulis, yendo desde la fraternidad de dos polis, uno negro y otro blanco, que forma un dúo de inspectores corruptos, ambos muy unidos profesionalmente por sus fechorías, hasta el caso que les cae de repente cuando iban a a forrarse de un dinero ilícito, teniendo que resolver el asesinato de una joven blanca de la ciudad donde viven.

No es una película de premio, pero sí una película de policías evidenciando lo que mejor saben hacer como lacayos de la mafia Estado: generar cinco o más delincuentes y criminales por un delincuente o criminal al que le paran los pies.