La trama posee esa intensidad e intriga que suele calar en el espectador y, aunque en esta ocasión la ambientación presenta ciertas lagunas, el episodio se apodera de la pantalla y la aventura se percibe con proximidad.
El enigmático Egipto representa un referente idóneo para las historias de misterio y C. Chan no iba a perder la oportunidad.
Su dinámica narrativa resulta muy efectiva, su desarrollo mantiene vivos los resortes de la incertidumbre y se activa una suerte de identificación con ese protagonista de ojos rasgados y perspicacia sin límites.