Quedo sorprendida como una película de 1948 captó mi más atento interés.

Buena la parte del ballet, muy conseguido el personaje de Boris Lermontov (Anton Walbrook) jugando a ser un dios entre los hombres, lo que me recuerda que las personas que tienen talento deben de trabajar el arte de poner los pies sobre la tierra, dificil pero posible.

Si bien las interpretaciones de Moira y Marius me retrotrayeron al cine de los cincuenta, es tal la fuerza de la película que las interpretaciones no la mermaron en demasía, no obstante se echa de menos que se profundizara más en sus personajes.

Lo que más me decepcionó es su final, que aunque paralelo a la obra de ballet me pareció demasiado melodramático y de un seis amplio paso a un seis justito, pero esta película está aguantando muy bien el paso del tiempo, el paso de nada menos que sesenta y cinco años.