Seamos sinceros, si esta película, tal cual es, la elimináramos del universo James Bond y le cambiáramos el título por algo como "Agente McCarajillo, operación Jamaica" no tendría ni de lejos la media tan alta que tiene en esta página. Y es que el filme ha envejecido como un buen cartón de leche al sol.

No voy a entrar a valorar lo rematadamente machista que es la película, porque entiendo que hay que ver las obras con el prisma de la época en las que fueron creadas. Pero sí voy a hablar de lo ridículo que resulta el personaje de Bond en su relación con el sexo opuesto. Nos lo presentan como un gentleman británico refinado que hace cosas guays como jugar en casinos, conducir coches caros y beber martinis. Pero la realidad es que a lo largo de toda la cinta el personaje se comporta más como una especie de señor muy pasado de rosca que como el caballero que nos pretenden vender, haciendo cosas como sobetear a la secretaria de su jefe u oler una toalla que se acaba de quitar una chica. Y es que nuestro agente Torrente carajillero se pasa toda la historia dando vergüenza ajena, como espía es un inútil de cuidado que la mayoría de las veces se salva por conveniencias de guión y deus ex machinas.

La película huele a serie B a kilómetros. El guión está falto de ritmo y es pueril, más propio de un capítulo de serie de televisión ligerita tipo la Batman sesentera que de un largometraje. Las actuaciones son lamentables, Sean Connery bastante mal, Ursula Andress, muy mona, sí, pero de actuar sabe lo mismo que yo.