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Voto de psmelbr:
8
![](https://filmaffinity.com/images/myratings/8.png)
7,6
35.878
Thriller. Drama
Antoine y Olga son una pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea del interior de Galicia. Allí llevan una vida tranquila, aunque su convivencia con los lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca en la aldea hasta alcanzar un punto de no retorno.
21 de diciembre de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coincido con la valoración general, un 7,8 para una de las mejores películas que he visto este año.
En esta cinta Rodrigo Sorogoyen no defrauda, sobre todo cuando el director cuenta con antecedentes como "Que Dios nos Perdone" y "El Reino" (las películas que he visto). Normalmente, cuando el listón está alto las exigencias del público son paralelas y, dónde algunos "especialistas" esperan la gran obra maestra del director, anclados en la endeble rama de una higuera, acaban por denostar a un director, por ahora brillante. Allá ellos...
Bien por usted, Sr. Rodrigo Sorogoyen, siga usted por esa vía, la que gusta al público general y también haga caso de los sabios, pero solo lo justito. Recuerde Sr. Rodrigo Sorogoyen, sólo lo justito, ¿eh?...
La cinta puede parecer lenta, y en realidad lo es, a mi entender perfectamente pausada, porque entiendo que el entorno rural, aunque es cierto que da para más, es un guion que persigue la profundidad, la tensión, el odio, e incluso el amor... Las cosas como tienen que ser. ¿Podría ser de otra manera? Quizás sí, aunque veo poco efectivo un gato tuerto, la tía Eufrasia tendiendo bragas, o colar artefactos estridentes como campanadas, petardos, aquella música ochentera de cualquier FM musiquera, las "amotos" de 49cc a escape libre (tan jodidamente comunes en los pueblecitos), la matanza de un cerdo, o el canto de los gallos que tanto molestan a algunos urbanitas. ¿Serviría de mucho una mejor simbiosis con el mundo rural? En mi opinión personal, AQUÍ, todo eso sobra porque el problema de fondo es el DINERO, LOS CUARTOS, LA PASTA, EL PECUNIO, y abandonar esa aldea de "mierda" para dejar de oler a mierda...
Sé que no va a gustar la realidad que describiré del medio rural y sus problemas para subsistir, sin embargo, esa obviedad es inherente a un mundo competitivo que, en el medio rural y las pequeñas ciudades ha significado la supresión de infinidad de tiendas y negocios familiares, concentrada su actividad en las grandes superficies... A partir de esta conclusión, quienes no lo han vivido de cerca, entenderán la película desde un punto de vista muy diferente al mío...
... Sigo en la zona del Spolier.
En esta cinta Rodrigo Sorogoyen no defrauda, sobre todo cuando el director cuenta con antecedentes como "Que Dios nos Perdone" y "El Reino" (las películas que he visto). Normalmente, cuando el listón está alto las exigencias del público son paralelas y, dónde algunos "especialistas" esperan la gran obra maestra del director, anclados en la endeble rama de una higuera, acaban por denostar a un director, por ahora brillante. Allá ellos...
Bien por usted, Sr. Rodrigo Sorogoyen, siga usted por esa vía, la que gusta al público general y también haga caso de los sabios, pero solo lo justito. Recuerde Sr. Rodrigo Sorogoyen, sólo lo justito, ¿eh?...
La cinta puede parecer lenta, y en realidad lo es, a mi entender perfectamente pausada, porque entiendo que el entorno rural, aunque es cierto que da para más, es un guion que persigue la profundidad, la tensión, el odio, e incluso el amor... Las cosas como tienen que ser. ¿Podría ser de otra manera? Quizás sí, aunque veo poco efectivo un gato tuerto, la tía Eufrasia tendiendo bragas, o colar artefactos estridentes como campanadas, petardos, aquella música ochentera de cualquier FM musiquera, las "amotos" de 49cc a escape libre (tan jodidamente comunes en los pueblecitos), la matanza de un cerdo, o el canto de los gallos que tanto molestan a algunos urbanitas. ¿Serviría de mucho una mejor simbiosis con el mundo rural? En mi opinión personal, AQUÍ, todo eso sobra porque el problema de fondo es el DINERO, LOS CUARTOS, LA PASTA, EL PECUNIO, y abandonar esa aldea de "mierda" para dejar de oler a mierda...
Sé que no va a gustar la realidad que describiré del medio rural y sus problemas para subsistir, sin embargo, esa obviedad es inherente a un mundo competitivo que, en el medio rural y las pequeñas ciudades ha significado la supresión de infinidad de tiendas y negocios familiares, concentrada su actividad en las grandes superficies... A partir de esta conclusión, quienes no lo han vivido de cerca, entenderán la película desde un punto de vista muy diferente al mío...
... Sigo en la zona del Spolier.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A partir de ahí, cuando se da a conocer el tema de fondo, indudablemente, el espectador tiene muchas opciones, odiar, sentir asco, o, si puede o sabe hacerlo, tratar de entender los personajes de Luis Zahera y su hermano en la ficción, Diego Anido, o incluso a una sorprendente Luisa Merelas, la madre protectora de ambos nativos. Excelente Luis Zahera, brillante, casi siempre marcando e imantando el ritmo, imponiéndose a los demás personajes, con las gónadas de un mal bicho, vago, alcoholizado, mala gente de la que mejor no fiarse. Tampoco se puede perder de vista a Diego Anido, en su faceta de "hombre" menos que básico, ido, sin abandonar la intensidad de un tarado que, a veces, parece un ángel contagioso de bondad. Marina Foïs está cautivadora. En su personaje de invasora del lugar, perseverante, sufridora silenciosa (se omite, y se agradece el exceso de dolor y los traumas post), es la esposa que se siente amada y es fiel, con matices, a los principios comunes que fortalecen un matrimonio que ha “sabido” luchar contra la GLOBALIZACIÓN. Es la reina del reparto de la segunda mitad, un personaje dilatado por unos diálogos duros, maduros, magistrales, como la intensa discusión que mantiene con su hija, Marie Colomb, encarnadora ésta de un personaje que, a pesar del poco metraje, evoluciona, se “contamina” de una paz hortelana, de civismo, y transcurre hacia el camino de la sensatez.
Denis Ménochet, el otro personaje invasor, encarna al marido y la víctima de un sueño bucólico que me ha parecido un poco incoherente. Cumple con el papel más difícil, el de visionario de una modernidad que pretende la recuperación de la vida rural, y todo lo que eso comporta en una España vaciada. Eso parece muy fácil sobre el papel, en un guion que adolece de algunas verdades tan elementales como entender o sufrir en carne viva las consecuencias de la GLOBALIZACIÓN, el mercado libre, o tener que matar las vacas, y otras bestas, porque es IMPOSIBLE COMPETIR contra los importadores de productos extranjeros. Ejemplos conocidos háyalos, como llegar a vender la leche por debajo del precio de coste, regalarla, tirarla, o no sacar de la tierra lo imprescindible para vivir sin agobios, y mucho menos arreglar las cuadras. Y pasa que cuando vienen torcidas las cosas, oh señor, algunos se dan cuenta de que Europa depende tanto del exterior que, irremediablemente, aún recurriendo a la “inteligencia” de ingenieros muy leídos (esa inteligencia expuesta en el personaje de Denis Ménochet), esa inteligencia no puede ser el gran aval, y mucho menos el superhombre capaz de resistir los pavores de la GLOBALIZACIÓN, y aún menos recurriendo a la venta de una escueta cosecha de tomates que vende en los mercadillos ambulantes. Viene a ser como corroborar que toda aquella enorme actividad económica rural de antaño, muchas pequeñas explotaciones familiares, pequeños comercios e industrias artesanales se abandonó, aún siendo rentable, porque el orujo tenía hipnotizados a todos los aldeanos. Interesa que los restos, los despojos, los últimos supervivientes de aquella sociedad rural se vea y se compare con dos alcohólicos hipócritas que no van de trabajar. Son mala gente. Es obvio que, para no perder la credibilidad de los acontecimientos, se representa a los oriundos como unos burdos “catetos”, asesinos, vagos de taberna a los que sólo les interesa el dinero. Además de ser incapaces para saber administrar, detestan a los “invasores” porque aquellos son los reyes del mambo, triunfadores egoístas sin derecho a decidir. Incluso la guardia civil queda mal parada, como un ente de inoperantes agentes a los que se les llega a perder el respeto.
La fotografía es excelente. Algunas imágenes logran captar una realidad casi palpable. La música es tan escueta como simple. Sin embargo, la cadencia del metraje, su calma para expresar los acontecimientos crea una atmósfera atrayente hasta el final, demasiado sobrecargado de una generosidad que espanta.
Denis Ménochet, el otro personaje invasor, encarna al marido y la víctima de un sueño bucólico que me ha parecido un poco incoherente. Cumple con el papel más difícil, el de visionario de una modernidad que pretende la recuperación de la vida rural, y todo lo que eso comporta en una España vaciada. Eso parece muy fácil sobre el papel, en un guion que adolece de algunas verdades tan elementales como entender o sufrir en carne viva las consecuencias de la GLOBALIZACIÓN, el mercado libre, o tener que matar las vacas, y otras bestas, porque es IMPOSIBLE COMPETIR contra los importadores de productos extranjeros. Ejemplos conocidos háyalos, como llegar a vender la leche por debajo del precio de coste, regalarla, tirarla, o no sacar de la tierra lo imprescindible para vivir sin agobios, y mucho menos arreglar las cuadras. Y pasa que cuando vienen torcidas las cosas, oh señor, algunos se dan cuenta de que Europa depende tanto del exterior que, irremediablemente, aún recurriendo a la “inteligencia” de ingenieros muy leídos (esa inteligencia expuesta en el personaje de Denis Ménochet), esa inteligencia no puede ser el gran aval, y mucho menos el superhombre capaz de resistir los pavores de la GLOBALIZACIÓN, y aún menos recurriendo a la venta de una escueta cosecha de tomates que vende en los mercadillos ambulantes. Viene a ser como corroborar que toda aquella enorme actividad económica rural de antaño, muchas pequeñas explotaciones familiares, pequeños comercios e industrias artesanales se abandonó, aún siendo rentable, porque el orujo tenía hipnotizados a todos los aldeanos. Interesa que los restos, los despojos, los últimos supervivientes de aquella sociedad rural se vea y se compare con dos alcohólicos hipócritas que no van de trabajar. Son mala gente. Es obvio que, para no perder la credibilidad de los acontecimientos, se representa a los oriundos como unos burdos “catetos”, asesinos, vagos de taberna a los que sólo les interesa el dinero. Además de ser incapaces para saber administrar, detestan a los “invasores” porque aquellos son los reyes del mambo, triunfadores egoístas sin derecho a decidir. Incluso la guardia civil queda mal parada, como un ente de inoperantes agentes a los que se les llega a perder el respeto.
La fotografía es excelente. Algunas imágenes logran captar una realidad casi palpable. La música es tan escueta como simple. Sin embargo, la cadencia del metraje, su calma para expresar los acontecimientos crea una atmósfera atrayente hasta el final, demasiado sobrecargado de una generosidad que espanta.