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Voto de zoquete:
6
8,1
89.084
Thriller. Intriga. Drama
Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
5 de octubre de 2009
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Echen la vista atrás veinticinco años y díganme si se dejaron algo en el tintero, quizás un trabajo, un país, ¿un delito?, una relación cuyo recuerdo ahora les está volviendo locos, les está provocando insomnio y que consideren savia vital para su mañana, para su actual existencia. ¿Pinta trascendente, no? Quizás no esté yo para trascendencias, especialmente si no se trata ya de un único asunto inconcluso, sino de muchos. Hasta donde sé, a eso siempre se le ha llamado nostalgia, sin tantos fuegos artificiales ni grandes discursos.
Lo confieso, asistí a “El secreto de sus ojos” con ciertas expectativas, sobre todo por este espacio filmaffinity. Me equivoqué. No obstante, no soy una buena referencia. Últimamente soy difícil de complacer.
El guión es correctísimo, las interpretaciones juegan en la liga de campeones (especialmente Guillermo Francella) aunque Darín ya no me aportó nada nuevo y Soledad Villamil me resultó poco convincente, quizás por el maquillaje. Además, hay material de sobras para colocar en esos “collages” tan divertidos que hacen memorable el cine. Pero…
Seré malvado. Especularé. Campanella se me antoja acomodado en sus series americanas, adquiriendo una técnica tan buena y precisa que diría que se ha dejado algo de su alma en éste su nuevo trabajo. Dispone una serie de golpes de efecto estratégicamente dispuestos sobre el eje temporal de la película, como sacados de una planificación empresarial. Una imagen del asesinato inicial bien impactante (¿tipo CSI y equivalentes?), una persecución del presunto asesino tras un majestuoso plano aéreo de un abarrotado estadio de fútbol, una emotiva despedida de los protagonistas en el andén, la presión sobre el sospechoso para que confiese, la presencia de unos sicarios en la casa del protagonista enfrentados a su leal amigo…
Lo curioso es que tan buenos elementos se me antojaron vacíos, exhibicionistas del poderío de la técnica cinematográfica del autor, alguno definitivamente exagerado (¿encontrar a un tipo en un campo de fútbol lleno hasta la bandera?), casi diría que también aislados, poco coherentes con la esencia de la película, que incluso defenestraría por considerarlos lugares comunes. La película remarca su título insistiendo en el mensaje de las miradas, básicamente en la manera en que se ponen tras la pista del asesino pero, sobre todo, para señalar la velada historia de amor entre los protagonistas. Es aquí donde, en mi opinión, el autor y sus actores naufragan y, paradójicamente, por simple comparación con las secuencias impagables que supo exprimirles a Héctor Alterio y Norma Aleandro, en “El hijo de la novia”, unos gestos, recreaciones y silencios de ancianos que desbordaban en un amor juvenil y fogoso, definitivamente imperecedero.
Lo confieso, asistí a “El secreto de sus ojos” con ciertas expectativas, sobre todo por este espacio filmaffinity. Me equivoqué. No obstante, no soy una buena referencia. Últimamente soy difícil de complacer.
El guión es correctísimo, las interpretaciones juegan en la liga de campeones (especialmente Guillermo Francella) aunque Darín ya no me aportó nada nuevo y Soledad Villamil me resultó poco convincente, quizás por el maquillaje. Además, hay material de sobras para colocar en esos “collages” tan divertidos que hacen memorable el cine. Pero…
Seré malvado. Especularé. Campanella se me antoja acomodado en sus series americanas, adquiriendo una técnica tan buena y precisa que diría que se ha dejado algo de su alma en éste su nuevo trabajo. Dispone una serie de golpes de efecto estratégicamente dispuestos sobre el eje temporal de la película, como sacados de una planificación empresarial. Una imagen del asesinato inicial bien impactante (¿tipo CSI y equivalentes?), una persecución del presunto asesino tras un majestuoso plano aéreo de un abarrotado estadio de fútbol, una emotiva despedida de los protagonistas en el andén, la presión sobre el sospechoso para que confiese, la presencia de unos sicarios en la casa del protagonista enfrentados a su leal amigo…
Lo curioso es que tan buenos elementos se me antojaron vacíos, exhibicionistas del poderío de la técnica cinematográfica del autor, alguno definitivamente exagerado (¿encontrar a un tipo en un campo de fútbol lleno hasta la bandera?), casi diría que también aislados, poco coherentes con la esencia de la película, que incluso defenestraría por considerarlos lugares comunes. La película remarca su título insistiendo en el mensaje de las miradas, básicamente en la manera en que se ponen tras la pista del asesino pero, sobre todo, para señalar la velada historia de amor entre los protagonistas. Es aquí donde, en mi opinión, el autor y sus actores naufragan y, paradójicamente, por simple comparación con las secuencias impagables que supo exprimirles a Héctor Alterio y Norma Aleandro, en “El hijo de la novia”, unos gestos, recreaciones y silencios de ancianos que desbordaban en un amor juvenil y fogoso, definitivamente imperecedero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Campanella se recrea en mostrarnos el cadáver de la mujer violada y asesinada, el miembro del sospechoso en la grotesca e inverosímil escena del interrogatorio, que no juzgaré como innecesarias, pero claramente efectistas cuando, en contraste, en ningún momento sentí que me llegara realmente ese amor incombustible al paso de los casi treinta años que intenta recrear la película, si no fuera porque, ay, ¿no es eso pecado de principiante?, nos lo tienen que decir, que no mostrar, mediante la voz en off del protagonista, que también ejerce de escritor.
Darín entra en escena coqueto, con piropos y miradas a cualquier falda que se le cruce, sin poder contener su lengua de seductor pero, ¡ay, otra vez!, ¿dónde están esos ojos, ese loco arrebato cuando se encuentra con su supuesto amor? ¿dónde está esa pasión incontrolable, mirada escrutadora que incluso cuando se espera más evidente se desvanece en los obligados quiebros del guión? Tsk, tsk, quizás demasiada elipsis.
Con todo, disfruté con algunos diálogos (de nuevo Francella y su interesante disertación sobre lo inmutable en las personas), algunos detalles gozosos (la rutina del azucarillo y medio), marca de la casa, y con el final que, aunque también puede pecar de confuso, contiene una sorpresa posiblemente deudora de series americanas y que terminan salvando la película, pero que, reconozcámoslo, hasta la fecha no había requerido el autor…
Darín entra en escena coqueto, con piropos y miradas a cualquier falda que se le cruce, sin poder contener su lengua de seductor pero, ¡ay, otra vez!, ¿dónde están esos ojos, ese loco arrebato cuando se encuentra con su supuesto amor? ¿dónde está esa pasión incontrolable, mirada escrutadora que incluso cuando se espera más evidente se desvanece en los obligados quiebros del guión? Tsk, tsk, quizás demasiada elipsis.
Con todo, disfruté con algunos diálogos (de nuevo Francella y su interesante disertación sobre lo inmutable en las personas), algunos detalles gozosos (la rutina del azucarillo y medio), marca de la casa, y con el final que, aunque también puede pecar de confuso, contiene una sorpresa posiblemente deudora de series americanas y que terminan salvando la película, pero que, reconozcámoslo, hasta la fecha no había requerido el autor…