Bajo el influjo de la pujante novela negra escandinava, el cine nórdico está abriéndose paso, aunque no siempre con acierto. En este caso, Morten Tyldum, director que estrena por primera vez en nuestras salas, imprime una estética muy noruega a un thriller clásico que se maneja bajo la premisa de cazador cazado, lo que depara tensión en numerosas ocasiones, mientras recorre con aplomo un guion sin fisuras basado en la novela homónima de Jo Nesbo, referente del género en Noruega.

Los derechos para un remake americano fueron comprados antes de su estreno doméstico -similar a lo ocurrido con ‘Los cronocrímenes’ de Nacho Vigalondo- y el filme ha marcado un récord en la industria noruega al haberse vendido a más de 50 países para su exhibición. Quizás, una cara conocida en el reparto, la del danés Nicolaj Coster-Waldau, Matarreyes en ‘Juego de Tronos’, haya obrado el milagro del traspaso de fronteras.

Es imposible no sentir un déjà vu. Menos negra que la trilogía Millennium; nórdica pero con corazón mainstream USA; emparentada con ‘American Psycho’ por gracia de esos trajes caros, ese refinamiento y superioridad personal y ese lujo patente que oculta a una bestia implacable. Lejos de ser un pastiche, adquiere personalidad propia. Y eso que el final peca un poco de influencia novelesca, aunque se resuelve con acierto. El gran pero son los minutos de música que le sobran a esta película, sobre todo en la primera mitad. Parece que su director no se fía de que una presentación más espartana no nos atrape.