Mmmm de Medianoche podría decirse. La primer M, la mayúscula podría bien atribuirse a la idea, y es que en Woody eso es siempre lo más destacable de sus obras. Sus maravillosas (con M) ideas. Un escritor de medio pelo frustrado que vive prisionero de su corriente trabajo y de su vida suntuosa junto a una joven y frívola mujer, que por falta de cojones no se ha instalado en la ciudad de sus sueños (siiii, adivino!! Esa es Paris) por obra y magia del destino tiene la facultad de volver en el tiempo a la edad de oro Parisina, donde por bares, antros y diversas casas de arte y lectura solían deambular con cotidianeidad los referentes culturales más significativos del siglo 20. Un insignificante (como la mayoría de nosotros) entre los grandes: brillante idea.
La cuestión, y es aquí donde al maestro neoyorquino últimamente le ha temblado bastante el pulso es en la concreción de esas imaginativas propuestas. Todo parece quedarse a medio camino. La historia de amor del tiempo real entre el personaje de Owen Wilson (muy buena interpretación a excepción de unos puntuales desbarajustes en los giros que el bueno de Owen toma en el relato) y su prometida, la otra historia de amor del pasado con Marion Cotillard (muy chiquita en su participación), la relación del mediocre escritor con los enormes monstruos de los cuales se hace compañero de salidas nocturnas, la falta de profundidad de estos que por momentos solo parecen citas bibliográficas hechas carne más que los intricados seres humanos que fueron…hasta ese perdido enamoramiento de Wilson por Paris se disipa en medio de la nebulosa por la que deambula la cinta desde su tramo medio en adelante.

Todo muy pegado con cinta doble faz y por debajo para que no se noten los pliegues y poco de fluidez, de armonía, de recorrido natural que el Allen de otros tiempos seguramente le hubiese dado. Para ser más claros, este guión en manos del Woody de “Manhattan” hoy ya estaría en la nomina de las candidatas al premio de la academia.

Así y todo, disfrutable cinta, digna de ver y saborear aunque no pidiéndole mucho más que esos 100 minutos de sonrisa optimista y huellas poco profundas.

A rescatar la dirección artística y el vestuario, dignos de la nominación.