Se le pueden poner peros por la estética un tanto pop o televisiva, pero qué le vamos a hacer, a mí me ha parecido una gran película. Me ha mantenido pegado en la butaca. Me he dejado llevar por sus giros narrativos... Y eso es decir todo en una peli como ésta.

Mulligan nos propone una fotografía luminosa, muchas escenas a campo abierto y unos escenarios de plena naturaleza. Y, sin embargo, la forma de rodar produce agonía casi desde el principio.

El juego de los dos hermanos peleando por la primogenitura, o regalándola de uno a otro... El conflicto del bien y el mal, o el de la culpa y la inocencia, se confunden en un mero juego infantil. En cualquier caso, pasamos todo el metraje pensando que en cualquier momento se desencadenará la tragedia. Todo ello se logra gracias a un ritmo medido (que no es igual que lento), con planos muy estudiados y una inteligente puesta en escena. Lo explícito, sin evitarse, no ha de ser la clave para narrar la historia. La visita a la vecina para disculparse por la rotura de un tarro de confitura es una escena que recordaré por mucho tiempo.

La interpretación de los gemelos me ha parecido muy buena, y se contrapone con la deslucida interpretación del resto de los actores. En realidad, dudo mucho que eso sea casual, me ha llamado la atención el escaso protagonismo que se otorga a los demás personajes. El hecho de que la película se centre casi absolutamente en el punto de vista de los niños, prescindiendo de otros personajes que podrían tener mucho peso en la historia (la abuela, la madre, la hermana) me parece todo un acierto. Muchos guionistas y directores habrían afrontado esta historia buscando un efecto dramático mediante el realce de estos otros personajes (qué sé yo, haciendo que una Geraldine Chaplin de la época interpretase a la abuela, por ejemplo), pero el conjunto se habría resentido. El hecho de poner a los gemelos como eje central de la trama me parece una de las ideas más brillantes de un guión que, de otro modo, podría haber hecho aguas por muchos puntos. Favorece los giros narrativos. Y, desde luego, predispone para un final bueno bueno bueno....

Para no perdérsela.