Decir que ésta es una de las mejores películas de terror que he visto puede parecer excesivo, pero en mi caso es cierto. Y ello es así porque, a diferencia de la mayoría de films de este género, en “Babadook” el terror no es un fin en sí mismo, sino algo que fluye de manera natural. Del mismo modo que nos repelen las películas que buscan la lágrima fácil, y valoramos aquéllas que nos ofrecen historias verdaderamente emocionantes, lo mismo debería pasar con el miedo. A diferencia de lo que suele abundar, aquí la historia no está al servicio de un objetivo último de impacto, nunca llega al espectador la sensación de montaña rusa tan habitual en un film “de género”. El miedo surge de un modo casi natural. Al menos, así es como yo lo he vivido.

“Babadook” es todo lo contrario a una sucesión de sustos más o menos logrados, es más bien una obra que indaga en la soledad, la pérdida y la frustración nunca superada. Una acertada reflexión sobre la vida humana que, además, aterroriza… Los actores están a gran altura, y la trama gana en matices a medida que avanza el metraje. “Babadook” es una película con muchas aristas, sin buenos ni malos, porque todos podemos ser víctimas indefensas y verdugos implacables. Aunque pueda considerarse una película “de monstruos”, la grandeza del film es que el monstruo es aquí una figura polisémica, analizable desde muchos puntos de vista: como algo que nos ataca desde el exterior, o como algo que nos perturba a través de quienes más queremos, o como algo que tenemos dentro de nosotros mismos, o como algo con lo que tenemos que convivir... Aunque la historia es aparentemente simple, uno sale del cine dándole vueltas a la trama, que a nadie dejará indiferente. Una pequeña joyita. Un descubrimiento.