Hombre, no diré que es mala, pero sí he salido del cine con un sabor de boca más bien amargo. Si ésta es la mejor película a concurso del Festival de Cine de Sitges 2011, es que el nivel fue bajito, bajito, bajito. Al menos, eso es lo primero que he pensado.

La película no mezcla estilos, sino que pasa de uno a otro hasta poder hablar de bloques que mantienen una cierta independencia. Es como si hubiesen enganchado tres películas, una detrás de otra. Y, sin embargo, el guión no tiene una estructura suficiente para atraparnos. La idea puede ser buena, pero la impresión final es que la historia va dando tumbos hasta que el espectador llega a desentenderse. Argumentalmente hablando, el planteamiento inicial de la película no tiene nada que ver con el desenlace final. La trama consiste, por tanto, en un recorrido más o menos sinuoso en el que las situaciones y los personajes van cambiando (a veces de forma ligada, otras no tanto), con brutales saltos en el tono de la narración y en el estilo de la película, pero sin llegar a despertar el interés del espectador. Al menos, sin llegar a despertar mi interés. Es como si al conjunto le faltase cuerpo.

Eso sí, buenas interpretaciones.

Vaya, que un cinco pelao.