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Voto de reporter:
5
5,1
13.105
Musical. Drama
Adaptación de un musical de Broadway de 1982 que, a su vez, era un remake modernizado del "8 y medio" de Fellini. Narra la crisis personal y profesional de Guido Contini, un conocido director de cine (Daniel Day-Lewis). En la vida de Guido hay demasiadas mujeres: su esposa (Marion Cotillard), su amante (Penélope Cruz), su musa (Nicole Kidman), su confidente y diseñadora de vestuario (Judi Dench), una periodista de moda americana (Kate ... [+]
21 de enero de 2010
18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las leyes de la aritmética no siempre se cumplen en el cine. Uno y uno no tienen por qué ser dos. Del mismo modo, si sumamos todos los Oscar que acumulan todos los actores que participan en el proyecto, nos acercaremos, pero no llegaremos al tan pregonado Nueve. Dicho de otra manera, ¿puede la suma de elementos garantizar un resultado global satisfactorio? Un musical capitaneado por un director consagrado en el género, respaldado por un gran presupuesto, co-escrito por un aclamado -y malogrado- cineasta, interpretado por un elenco que suscita todo tipo de envidias, y basado en una de las mayores obras de uno de los mayores realizadores de todos los tiempos, ¿tiene garantizado el éxito? Los números del box office americano, además de los premios otorgados hasta ahora nos dicen claramente que no.
Lo triste es que después de haber visto esta ambiciosísima y arriesgadísima apuesta, uno comprende el por qué de tal descalabro. Lo que ya no es tan fácil de comprender es por qué se hunde el barco justo en el tramo donde se suponía que las aguas serían más calmas. Así, no se entiende el que la faceta musical carezca de cualquier tipo de encanto. Por el contrario, sorprende -gratamente- que Rob Marshall haya sabido tomarle bien el pulso al discurso de Fellini. A pesar de estar a años de luz de la cinta original, ‘Nine’ comprende y domina el lenguaje metafílmico e incluso tiene la virtud de hacer más accesible el mensaje del maestro italiano (algo así como una guía para los profanos que a ratos nos perdimos con las cavilaciones del Sr. Anselmi).
Se consigue superar con dignidad el hecho que ‘8 y ½’ fuera una obra extremadamente personal (lo cual sirve de paso para medir lo profunda que puede llegar a ser la crisis creativa de Hollywood) y se configura un bastante acertado retrato del nuevo Guido, de sus crisis existenciales y su soledad ante la multitud de gente que le rodea, ya sean representantes de la industria, ya sean las mujeres siempre presentes en sus vivencias. Así, no es de extrañar que los momentos en que el relato cobra más interés sean precisamente los que más se acercan a Fellini (véase la escena de la playa con Saraghina y la posterior reprimenda eclesiástica ante tanto “libertinaje”). Pero como se ha dicho, allí donde la propuesta debía hacerse fuerte; allí donde se nos debía deslumbrar es justamente donde el conjunto se desinfla.
Lo triste es que después de haber visto esta ambiciosísima y arriesgadísima apuesta, uno comprende el por qué de tal descalabro. Lo que ya no es tan fácil de comprender es por qué se hunde el barco justo en el tramo donde se suponía que las aguas serían más calmas. Así, no se entiende el que la faceta musical carezca de cualquier tipo de encanto. Por el contrario, sorprende -gratamente- que Rob Marshall haya sabido tomarle bien el pulso al discurso de Fellini. A pesar de estar a años de luz de la cinta original, ‘Nine’ comprende y domina el lenguaje metafílmico e incluso tiene la virtud de hacer más accesible el mensaje del maestro italiano (algo así como una guía para los profanos que a ratos nos perdimos con las cavilaciones del Sr. Anselmi).
Se consigue superar con dignidad el hecho que ‘8 y ½’ fuera una obra extremadamente personal (lo cual sirve de paso para medir lo profunda que puede llegar a ser la crisis creativa de Hollywood) y se configura un bastante acertado retrato del nuevo Guido, de sus crisis existenciales y su soledad ante la multitud de gente que le rodea, ya sean representantes de la industria, ya sean las mujeres siempre presentes en sus vivencias. Así, no es de extrañar que los momentos en que el relato cobra más interés sean precisamente los que más se acercan a Fellini (véase la escena de la playa con Saraghina y la posterior reprimenda eclesiástica ante tanto “libertinaje”). Pero como se ha dicho, allí donde la propuesta debía hacerse fuerte; allí donde se nos debía deslumbrar es justamente donde el conjunto se desinfla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es que cuando en una película de estas características los personajes se disponen a interpretar el enésimo número musical, y se oyen resoplidos cada vez más fuertes en el patio de butacas, significa que algo no funciona. En este aspecto, me acuerdo de la para mí relativamente fallida ‘Sweeney Todd’ de Tim Burton, una película cuyo barroquismo visual y -sobretodo- el hecho de que absolutamente ninguna canción lograra atraer mi atención lo más mínimo, hicieron que las dos horas de metraje se alargaran en exceso. Exactamente ese mal padece ‘Nine’, un filme en el que ninguno de sus números musicales es pegadizo, y mucho menos entretenido. Cuando suenan las primeras notas de cada actuación, más que frotarnos las manos, nos preparamos para un nuevo suplicio.
Para colmo, la baza Rob Marshall poco o nada hace para evitar el desastre. Se agradece el que abogue por una puesta en escena electrizante que dé un poco de dinamismo a la función, pero la verdad es que ni las elaboradas coreografías (de las cuales sólo cabría rescatar la de las insinuaciones calenturientas de Penélope Cruz) ni el glamour hacen olvidar la sensación de que tanta canción no hace más que entorpecer el desarrollo de una historia que se nota excesivamente desaprovechada. Además, el estilo que encumbró en el año 2002 a Marshall, y que tan bien quedaba en aquella Chicago en la que todo el mundo mataría con tal de ser una estrella, se ve en este caso como demasiado inflado y artificioso (casi tanto como el inglés italianizado de los actores... lo que haga falta para que la audiencia yankee se deleite con sus divinidades y no tenga que leer subtítulos).
De modo que, desgraciadamente se han confirmado los peores temores. Ya se sabe que la barrera que separa la locura de la genialidad se difumina en muchas ocasiones. Eso hace que no sea nada fácil la tarea de diferenciar con antelación qué será un éxito y qué será un fracaso. Con ‘Nine’, a pesar de tratarse de un remake, hay que admirar el riesgo asumido a la hora de ejecutar este salto al vacío sin red de seguridad... pero es triste que el homenaje póstumo a Anthony Minghella (y cómo no, a Federico Fellini) se haya quedado en una irregular y a ratos plomiza declaración de intenciones; en un homenaje más próximo a los anuncios de Martini que no al cine de la época dorada del Cinecittà. Total, parece que lo único que importa es “ser italiano”.
Para colmo, la baza Rob Marshall poco o nada hace para evitar el desastre. Se agradece el que abogue por una puesta en escena electrizante que dé un poco de dinamismo a la función, pero la verdad es que ni las elaboradas coreografías (de las cuales sólo cabría rescatar la de las insinuaciones calenturientas de Penélope Cruz) ni el glamour hacen olvidar la sensación de que tanta canción no hace más que entorpecer el desarrollo de una historia que se nota excesivamente desaprovechada. Además, el estilo que encumbró en el año 2002 a Marshall, y que tan bien quedaba en aquella Chicago en la que todo el mundo mataría con tal de ser una estrella, se ve en este caso como demasiado inflado y artificioso (casi tanto como el inglés italianizado de los actores... lo que haga falta para que la audiencia yankee se deleite con sus divinidades y no tenga que leer subtítulos).
De modo que, desgraciadamente se han confirmado los peores temores. Ya se sabe que la barrera que separa la locura de la genialidad se difumina en muchas ocasiones. Eso hace que no sea nada fácil la tarea de diferenciar con antelación qué será un éxito y qué será un fracaso. Con ‘Nine’, a pesar de tratarse de un remake, hay que admirar el riesgo asumido a la hora de ejecutar este salto al vacío sin red de seguridad... pero es triste que el homenaje póstumo a Anthony Minghella (y cómo no, a Federico Fellini) se haya quedado en una irregular y a ratos plomiza declaración de intenciones; en un homenaje más próximo a los anuncios de Martini que no al cine de la época dorada del Cinecittà. Total, parece que lo único que importa es “ser italiano”.