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Voto de Martes Carnaval:
8
Drama En un hospital de París, un joven se convierte en médico residente del ala gestionada por su padre. Le espera un arduo camino. (FILMAFFINITY)
29 de abril de 2015
29 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película del Director Thomas Litti. En mi opinión, una película puede merecer este calificativo por tres razones, que no son excluyentes: Por su factura, por las emociones que despierta y por la oportunidad del grito que lance.

En este caso, sin desmerecer las otras dos razones, el grito que lanza es de una rabiosa actualidad aquí y ahora: "No os dejéis arrebatar la Sanidad, pues os va en ello la vida".

Cuando era un niño me sorprendió saber que unos aldeanos de edad avanzada, a los que trataba, tenían unos millones de pesetas en el banco. "¿Para qué los quieren, si viven tan humildemente?", pregunté. "Por si se ponen enfermos". Aquel no era un caso aislado, los que podían ahorraban cantidades muy significativas de dinero para poder afrontar con ciertas garantías una posible e indeseable enfermedad. Uno de los éxitos indiscutibles que han tenido los españoles en su reciente Historia es haber puesto en pie un Sistema de Sanidad, admirado —y hasta envidiado— por la inmensa mayoría del mundo. Del ahorro forzado para atender los vaivenes de la salud a la Sanidad universal, rayana en la excelencia, en pocos años y hasta hace muy pocos años.

Recuerdo un debate en la campaña a las elecciones para Presidente de EE.UU. del 2000 entre Bush hijo y Al Gore. En lo que se refería a la Sanidad, su rivalidad consistía en quién ofrecería menor interés en los créditos concedidos para que los estadounidenses pudiesen disponer de un Seguro Médico. Obama ha contado recurrentemente que su madre, enferma de cáncer, se pasó los últimos años de vida litigando con su aseguradora médica porque ésta no quería cubrir parte de los tratamientos que necesitaba.
En prestaciones sanitarias, indiscriminadas y generalizadas, hemos estado, y todavía estamos, muy por encima del país más rico y poderoso del universo.

En esta película se explica muy bien cómo operan los recortes en Sanidad. En principio, se supone que hay que poner orden en los hospitales porque tienden al derroche. Se encarga de ello a un avezado administrador, que sea un virtuoso en el manejo de las cifras —no digo ya nada si se opta simple y llanamente por privatizar—. Se empieza a recortar en cuestiones prescindibles, y los servicios no se resienten. Pero se sigue... y se sigue... hasta que falta un aparato médico que no se ha podido arreglar, no se puede administrar un tratamiento, por inviabilidad presupuestaria, o un médico o una enfermera no están finos en una decisión, por saturación de trabajo; y se produce la tragedia.

Uno de los méritos de la película, achacable, sobre todo, a las estupendas interpretaciones de Vicent Lacoste y Reba Kateb —por cierto, con un gran parecido físico a Pablo Iglesias, por lo que se podría recurrir a él para interpretarle en el cine, si la cosa llega a ese punto—, pero también, en papeles menores, a las del consagrado Jacques Gamblin y de la bellísima, y siempre inquietante, Marianne Denicourt, es su fisicidad, su corporeidad, su afán en hacernos palpar la realidad. Uno forma parte de las escenas en que los protagonistas cumplen con sus rutinas diarias, participan en celebraciones o se debaten en un dilema moral. Estamos en la esquina en penumbra de esa Sala de Juntas, detrás de la cabecera de esa cama donde descansa el paciente, en esa silla alejada de la mesa de despacho del Jefe de Servicio, cuando se toman decisiones trascendentales...
A destacar la secuencia, casi al final, en que los médicos residentes dan réplica a la Dirección. Es increíble hasta que punto se logra la catarsis y el espectador se siente solidario con ellos.

No lo he dicho de ninguna otra película antes, pero ésta se lo merece: Debiera ser declarada de interés general y de higiene mental pública.
Martes Carnaval
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