Entretenida película familiar supersana, edificante y llena de valores. Dosis dobles de sentimentalismo que la hacen empalagosa pero el resultado funciona y para su público target, familias y niños, es casi perfecta.

Exaltación de la increíble amistad entre un niño y un extraterrestre de su misma estatura. Hasta tal punto llega la conexión que sienten lo mismo en el mismo instante. Provocando escenas divertidas.
Pero también se exalta la familia, unida pese a sus roces cotidianos para ayudar al extraterrestre. Ya uno más de la familia.
Y, por último, se exalta la amistad entre iguales. Los compañeros que se reían del protagonista acabarán ayudándolo en una entretenida persecución de la policía a los chicos con sus bicis que acabará en una de las escenas más icónicas de la película.

Los protagonistas son el niño y E.T. Tienen mucho en común: dos extraños en otro mundo (uno, en el de los adultos tras el abandono de su padre y el otro, en otro planeta) se conocen, conectan y se hacen amigos.
Soberbia actuación de Thomas que convence, emociona y transmite con mucho sentimiento. Grandísima actuación.

Dirección, buena. Transmite el misterio, la sorpresa auténtica ante lo desconocido, la mirada limpia de los niños, la vida cotidiana en la América profunda (tanto en casa como en la calle o en el instituto). Combina misterio con amistad, lo enigmático con lo cercano. Una clarísima tendencia a la lágrima fácil le hacen perder puntos pero hay que reconocer el trabajo bien hecho.

Fotografía, bastante buena. Buenos juegos de perspectivas y sombras. Escenas muy bien resueltas: con las ranas en el instituto, los disfraces de halloween, los hombres del gobierno con sus escafandras y por supuesto la escena nocturna de la bicicleta por el cielo.

Efectos especiales que han envejecido bastante mal pero que aquí no importan. El peso de la película no lo lleva la pirotecnia sino la amistad y la tolerancia. Por eso el film en sí mismo sigue siendo interesante.

Banda sonora a cargo de John Williams que ya es un clásico del cine.