El encanto del cine de Rodríguez, para quien piense que lo tiene, puede estar en la simplicidad de sus planteamientos, como excusa para mostrar imágenes cuya violencia y espectacularidad sólo pretenden llamar la atención, ayudadas por un montaje siempre delirante. “Machete” es una película elemental en su historia y su desarrollo, con personajes que no van más allá del esquema o arquetipo, unos diálogos tan concisos como manidos y una puesta en escena de enorme colorido pero carente de rigor.

Lo mejor que tiene Robert Rodríguez es que (imagino) no se toma muy en serio lo que hace y para ello le pone sentido del humor y profesionalidad; así consigue un producto que distraiga, llame la atención y le dé algo de dinero para pagar las facturas. Esta historia de buenos y malos, políticos corruptos, racistas o fascistas; salvadores de almas, reivindicadores de la justicia social, luchadores del pueblo… sería un enorme panfleto de la tontería si no fuera por las ganas que le pone su realizador y puedes ver la película como un espectáculo de circo donde actúan payasos, domadores, trapecistas…

El mensaje reivindicativo final no dejaría de ser sonrojante si en este film hubiera algo serio, pero lo único serio que veo en Robert Rodríguez es una cualidad ya perdida en los directores. Ha hecho el montaje junto (al parecer) su hermana.

Nunca he podido entender como los directores no montan ellos mismos sus propias películas, ya que el montaje es el alma de la narración. Pero esto ya es otra historia y esta película no se merece tan seria reflexión.