Pocas veces me ha ocurrido el hecho de estar mirando una película en mi habitación y que al acabar, involuntariamente me ponga a aplaudirle a la pantalla del ordenador, pero con Lock and Stock me ocurrió esto. La película me cautivó de tal manera que su final me obligó a aplaudir como un niño pequeño, inocente y feliz.

Se podría decir que es mágico ver como las diferentes historias van interfiriendo entre ellas poco a poco, tropezando las unas con las otras. El humor, siempre presente pero nunca excesivo, hace que se haga mucho más amena y que las actuaciones de Jason Flemyng y Jason Statham no puedan estar más bordadas.

Guy Ritchie, que un par de años más tarde nos volvería a deslumbrar con Snatch, se ríe en la cara de todos los espectadores, llevándonos por su mundo y ofreciéndonos unas buenas dosis de entretenimiento, culto cinematográfico y adrenalina. Y nosotros, a cambio, solo tenemos que disfrutar de los diálogos fantásticos y sarcásticos, de las actuaciones, de la trama, y sobretodo no olvidarnos de aplaudir al final.