Thriller anterior a ¨El silencio de los corderos¨, que de alguna manera sí que es precursora de ésta y del thriller que vendría en años posteriores. Se aleja del giallo europeo para ahondar, ya a mitad de película en el personaje malvado, volviendo a referenciar a ¨M, el vampiro¨ de Lang.

Mal llevada, telefílmica, muy remolona en la construcción del guión, con escena vacías (o bien porque no hay importancia para el avance de la narración, o porque, y esta idea vendrá después con la postmodernidad de los Cohen o Tarantino, porque no tienen las escenas la importancia en sí, como elemento básico estético, importante por él mismo y que es válida como construcción de un contexto de lugar, de personaje, o de referencia al cine o de autorreferencia a sí mismo), que finalmente no sostienen la sugestión que el Cine tiene que mantener. Se rompe el hechizo.

Las bondades del film son ese final que ya, a día de hoy, está demasiado choteado, y un ahondamiento en la mentalidad del psicópata, en una suerte de científico loco que experimenta, no con las emociones, ni las suyas ni las de sus victimas ( a pesar de que éstas las completa desde la curiosidad), sino con una especie de equilibrio químico, como un experimento ácido-básico sobre la moral.

Se aleja el terror, de su ámbito de pensamiento mágico, alquimista, enraizado en los principios chamánicos tan antropológicos donde el espectador hace pie. Póngase como ejemplo: El canibalismo como una manera de obtener virtudes de la víctima, el vudismo, la inmanencia del espíritu en los objetos de antepasados que se vuelven sagrados o malditos. Ni siquiera el sexo. El principio volutivo del psicópata parte del equilibrio aritmético de la moral universal, de una entropía local del individuo en la sociedad, de en definitiva, un terror que deja de tener el cariz alquímico de todo terror que posee todo el terror, incluso el más cientificista de Frankenstein, Jekill-Hyde, ect, donde al final siempre hay un sustrato de pensamiento mágico, para tratar de llegar a una frialdad total. Mientras se observa con una expectación fría, carente de emociones, el resultado en un matraz de ensayo.

Y ahí está la gracia de un film de poca calidad artística.

Independientemente del resultado clínico del freudianismo, funciona muy bien en las películas. Por ejemplo, en Hitchcock.

En el Cine también, parece más fructífero seguir ahondando en el pensamiento mágico, que es el pensamiento de los sueños, del Arte, de la Religión, de ese Subconsciente. Una voz que desde el interior, sigue quejándose, a gritos, de una sociedad cada vez más cartesiana, que trata de ahogarla, disolviéndola en la lógica de las cosas ideales, que poco tienen que ver con el dolor, el terror, el sufrimiento y también de la virtud de la caridad como última estación católica del alma humana. Allí descansa la Magia, en definitiva, la Sugestión, donde la carne a través del espíritu habla de sus vicisitudes, sin que la Razón la quiera escuchar.