En esta situación y en esta época en la que nos encontramos ahora es bastante difícil encontrarnos gente como los protagonistas de este largometraje, es decir gente fiel a sus principios, honesta y bondadosa. Personas que creen en el perdón y lo practican, gente altruista, a los que el director de esta película los compara con los héroes de los tebeos.

Los protagonistas son un matrimonio como cualquier otro, con sus hijos y sus nietos, que después de muchas años de trabajo y de lucha han conseguido formar una familia acomodada, vistos desde fuera como burgueses. Por realizar un acto que ennoblece al protagonista la historia le da el primer golpe, que el matrimonio acepta y asume con ayuda de familiares y amigos. Más tarde la vida le asistirá otro golpe qué le hará perder el control y traicionar a sus principios, por un momento nuestro héroe se deja llevar por el lado oscuro como nos hubiera pasado a todo hijo de vecino. Arrepentido de su actitud, en lo que queda de cinta nuestro héroe intenta reparar el daño, pero ya es tarde, aunque tiene una posibilidad de compensar el daño que según él ha hecho, pero necesitara la aprobación de la familia y los amigos.

El largometraje es entretenido, no es que sea una gran cosa, pero no aburre. Personalmente a mí no me ha tocado la fibra sensible, tampoco ha conseguido mantenerme la sonrisa en la cara. Los actores están todos muy convincentes en su papel. A los veteranos se les notan tablas y un amplio registro en cuanto a gestos se refiere. Un cine amable, bienintencionado y casi utópico diría yo.