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México México · Guadalajara, Jalisco
Voto de Sergio Espinoza:
5
Animación. Fantástico. Comedia Mike Wazowski (Billy Crystal) y James P. Sullivan (John Goodman) son amigos inseparables, pero no fue siempre así. Cuando se conocieron en la Universidad, no se podían soportar, pero acabaron superando sus diferencias y se convirtieron en los mejores amigos. Precuela de la exitosa "Monstruos, S.A.". (FILMAFFINITY)
5 de julio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que la casa de animación Pixar entró en una curva de rendimientos decrecientes desde hace algunos años, particularmente después de la brillante conclusión de Toy Story 3. Fenómeno lamentable para la cinefilia particular del género, que había atestiguado el surgimiento no sólo de un estilo, sino de una autoría inextricable. La primera Monsters, Finding Nemo, pero especialmente The Incredibles, Ratatouille y Wall-E significaron la consolidación de un formato y la significación de una cuasi-corriente artística. Hay secuencias en estas últimas tres cintas que nos recuerdan a los mejores momentos del mejor cine de todos los tiempos. La curva descendió; era previsible. Lo alcanzado por los últimos títulos era apenas digno de haber sido rodado por el equipo comandado por John Lasseter.

La secuela de Cars ofreció un estrepitoso descenso en las líneas mínimas de calidad del consorcio socio de Disney, por lo que apostar nuevamente por una fórmula probada era, desde un punto de vista narrativo, poco menos que arriesgado. Situación inversa en el ámbito económico: estirando historias exitosas entre el público se aseguran audiencias. Monsters University se erige enmedio de esta dicotomía. El argumento central y el desenlace de su predecesora no conducían en ningún momento a pensar en una segunda parte. Pero la inventiva, el dinero y la nostalgia obligan. Y la maquinaria se echó a andar.

Monsters University parte de una ruta largamente explorada por los oferentes de historias: la trillada historia de superación de un grupo de estudiantes marginados y enmedio, el juego humorístico inherente a dos personajes sólidamente construidos, como James Sullivan y Mike Wasowski. La ventaja competitiva de Pixar es la imaginería visual. Desde las primeras secuencias queda de manifiesto; Don Scanlon y los responsables de la animación han construido un auténtico mausoleo multicolor y multiforme, donde el volumen de las cosas se siente más real que nunca y la textura, por variada, es hiperreal.

Sin mácula en el lienzo, la narración se desliza como spaghetti con demasiada mantequilla ante los ojos del espectador. Si bien los personajes protagonistas son entrañables y se apela a la nostalgia, cierto es que, por muy necesitados que estemos de acogernos al recuerdo, éste no sostiene un filme más allá de quince minutos. Scanlon orquesta, sí, un argumento raído, pero acompaña la trama de un contexto variopinto en la ubicación de personajes, atmósferas y situaciones. Uno entra a esa universidad y se contagia inmediatamente del aspiracionismo nervioso que transpira Mike Wasowski. Si bien la trama es menos profunda que los clásicos "pixarianos", la colección de tópicos que enarbola es certera y apropiada para proveer
una hora y poco más de entretenimiento, al mejor estilo de la casa Disney.

Confieso que me sentía un poco desilusionado al promediar dos tercios del conjunto del filme, cuando atestiguaba lo que creía era el clímax de éste y lo que era, si lo era, una conclusión bastante modorra (la final del concurso de sustos con simulador). La pantalla derrochaba júbilo y satisfacción, y nada más lejos me podía sentir de estas sensaciones. Pero Pixar no podía, no puede, mejor dicho, caer en la autocomplacencia más burda, y para fortuna de sí misma y de los espectadores, enmienda la plana y entrega una frenética vuelta de tuerca final que le da un final digno a una secuela que fue a la segura, sin arriesgar, y ganó. La cuesta abajo parece haberse revertido.
Sergio Espinoza
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