¿Pagaría el ayuntamiento de Brujas por aparecer en el título como se rumorea pagó una cantidad astronómica del erario público cierta ciudad española, amén de poner a sus pies la ciudad, a un afamado director de dilatada carrera?

Aquí sí está justificada la inclusión del nombre ya que la ciudad sí es la verdadera protagonista de la cinta con su peso, más allá del escenario, dentro de la trama a la que Martin McDonagh va dando hilo manejando secuencias en pos del aumento de la intriga para acabar con un apoteósico final que obligará al turista cuando visite Brujas a mirar sobrecogido a los 83 metros de la torre de Belfort.

El dúo Colin Farrell-Brendan Gleeson representan al hombre maduro y al joven, al reflexivo y paciente enfrentado al impulsivo y nervioso. Este tipo de parejas antagónicas obligadas a la coexistencia son tratadas en el cine en infinidad de guiones que luego el director tiene que saber plasmar en la pantalla sin caer en tópicos y redundancias.
M. McDonagh encuentra el equilibrio apoyándose principalmente en unos diálogos con un sentido del humor de raíces británicas y en una búsqueda de situaciones donde el turista inglés gamberro da rienda suelta cuando sale de las islas mientras paralelamente la trama negra se va desarrollando.
Escondidos en Brujas consigue el interés del espectador de una exigencia más europea y que aspire a conjugar el entretenimiento con un cine de más calado.