¿Qué puedo decir de una película que me emociona hasta derramar una lágrima furtiva? Y no es por una escena especialmente emotiva, es por la lectura de un poema con esa voz neutra (como deben leerse los poemas) e inocente de una niña. No cuento más de la belleza de la escena porque toda la película exhala belleza, esa que apenas apreciamos en la rutina diaria.
Jim Jarmusch nos regala una delicada joyita con Paterson, un canto a una ciudad y sus gentes. Su cámara nos muestra detalles de edificios, el sol del amanecer y el atardecer de sus calles, el recorrido del autobús con esas tomas en diagonal desde el frontal. Todo encaja en el tiempo justo de cada escena para admirar lo que Jim J. quiere que observemos.
El espectador mismo se siente un pasajero más de ese autobús que conduce Paterson, oye conversaciones como un viajero más y oye al propio protagonista elaborar su poesía con esa voz tan acertada que sale de la pantalla junto con su escritura. Toda esta atmósfera consigue que veas la película con una medio sonrisa de positivismo, de buen rollo, de hacer de lo cotidiano algo agradable.
Adam Driver parece un actor falto de recursos demasiado plano en ese ensimismamiento que muestra en pantalla aunque también puede ser más por obstinación del director que del propio personaje.
G. Farahani interpreta un papel que exige más registros y los da ante la cámara sin esfuerzos. Un descubrimiento a seguir.
Quiero destacar, sin "spoliarla", la escena final con ese optimismo de la existencia diaria de no venir a este mundo a buscarle un sentido a la vida ni a cumplir una misión, simplemente existimos y que nuestra vida es ese cuaderno en blanco que siempre podemos empezar a rellenar.