Shrek siempre ha sido, es y será entrañable y carismático, especialmente para esos locos bajitos. Lo cierto es que Dreamworks ha dado en el clavo con el personaje.
Shrek 2 amasó más de 800 millones de dólares en todo el mundo y salvó a la sección de animación de Dreamworks del cierre, y la tercera entrega llegó a los 790 millones. Así, pues, era lógico que hubiera una cuarta entrega.
Con Shrek asentado como cabeza de familia, pero proprenso al estrés de la vida diaria, los guionistas han ideado una pirueta por la cual esta estrella de Dreamworks vuelve al pasado para hacer lo que más le gusta: gritar, asustar a la gente, bañarse en barro,... aunque sólo sea por un día, pero todo será distinto.
El guión, pues, es bastante simple y quizá acusa ya el agotamiento de la saga. Esta cuarta entrega sigue manteniendo las señas de identidad que han hecho grande al Ogro verde: humor, atractivos personajes secundarios complementarios, un villano llamativo, un mensaje bondadoso y accesibilidad a todas las edades.
Sin embargo, si echamos la vista atrás, puede verse cómo se ha desgastado la capacidad de sorpresa y ha perdido enteros en el en el entusiasmo que provocaba anteriormente. No es que sea una mala película, pero quizá se esperaba una despedida algo más elaborada y espectacular.

De todas maneras, Shrek es Shrek y siempre gusta y deja algo (el graciocísimo ¡Ruge ya! o el baile). Para los nostálgicos, no se preocupen, habrá película del Gato con Botas.