Como casi todo el mundo sabe, “La red social” trata sobre la creación de Facebook, una aplicación informática que ha revolucionado la forma de relacionarse con la gente. El artífice es Mark Zuckeberg, un genio universitario de Harvard, con gran capacidad intelectual, inversamente proporcional a sus habilidades sociales: buena prueba de ello es que sólo tiene un amigo, Eduardo Severin (Andrew Garfield).

En la elección del reparto, Fincher acierta absolutamente, con parecidos físicos incluídos.
El sorprendente Jesse Eisenberg interpreta a Mark Zuckeberg, el artifice de Facebook, en la actualidad el multimillonario más joven del planeta. No sería extraño que el trabajo de este joven actor fuera recompensado con una nominación a los Oscar, pues nos acerca, bajo la respetuosa óptica de Fincher, al joven informático inteligente, pero frío, incapaz de relacionarse, con dedicación obsesiva a su “obra”.

A pesar de ser un film estimable, no es, ni de lejos, la mejor película de otro genio de la pantalla, David Fincher. Alejada de la poderosa estética de “Seven” o “El Curioso Caso de Benjamin Button”, aquí realiza un notable ejercicio de sobriedad visual, en consonancia con la historia que se desarrolla entre los pasillos de Harvard y el apartamento de Palo Alto, adaptando la novela de Ben Mezrich “Multimillonarios por accidente”. Tiene pasajes de una gran valía que alterna con algún momento algo monótono. Como espectadores, tenemos pocos asideros emocionales, pues ninguno de los personajes se hace mucho de querer. No conectamos con el personaje central, ya que el punto de vista de Fincher es neutral, muy escrupuloso y no llegamos a profundizar en su interior.
No he visto aún ninguna crítica profesional no ya que no la elogie, sino que siquiera apunte un solo pero. Según este baremo de puntuaciones, estaríamos asistiendo a una obra maestra de las que marcan época, extremo que me parece demasiado exagerado. Es una buena película, notable incluso, pero en mi opinión, dista mucho de ser una obra maestra.

Historia, pues, interesantísima sobre la gestación de un nuevo lenguaje, una forma de comunicación revolucionaria, con un desarrollo atractivo en su mayor parte, pero que no seduce a tiempo completo. El gran mérito de Fincher es que nos habla de los grandes temas de siempre: amistad, ambición, traición y poder. Y además nos deja una significativa fotografía, a través de estos personajes, de toda una generación y de una época como nadie lo ha hecho: el presente.