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Voto de Gabriel Ufa:
10
8,4
14.774
Drama. Romance
Un granjero (George O'Brien) convive felizmente en el campo con su esposa (Janet Gaynor). Pero la aparición de una seductora mujer (Margaret Livingston) de la ciudad hace que comience a enamorarse de ésta, y a pensar que su mujer es un estorbo que se interpone en la felicidad entre él y su nueva y sofisticada amante. (FILMAFFINITY)
19 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores películas del cine mudo y una de las mejores de la Historia del cine.
En 1927, William Fox, potentísimo productor estadounidense y posiblemente el primero que promovía la contratación de directores europeos, fichó a Murnau, presumiblemente encandilado con sus producciones alemanas como “El último” (1924), “Tartufo”(1926) o “Fausto”(1926).
Fox debía de creer tanto en Murnau que le dio libertad absoluta de creación y un colosal presupuesto. Para este ambicioso proyecto, el primero que F. W. Murnau realiza en Estados Unidos, se gastó 200.000 dólares solo en la construcción del decorado de la ciudad, que luego sería aprovechado para la película “El séptimo cielo” (1927) de Frank Borzage o “Cuatro hijos” (1928) de un joven John Ford. Ambos aprendieron mucho de Murnau.
Así pues, la conjunción de la creatividad europea de Murnau unido a la técnica y recursos norteamericanos posibilitaron la creación de esta incuestionable obra maestra que es “Amanecer”.
Sus detractores tachan al guión como simplista. Precisamente Murnau recortó lo que no le interesaba del cuento “La Excursión a Tilsit" de Hermann Sudermann, en que está basado “Amanecer”, para centrarse en el triángulo protagonista y sacar todo el partido a esta intensa historia de amor.
Efectivamente, la historia es sencilla a no poder más, pero que en las manos de un genio de la capacidad de Murnau se transforma en única, llena de lírica y poética.
Murnau, innovador como pocos, deja atrás el estatismo del cine mudo y apuesta por un dinamismo prácticamente constante, con una cámara fluída y llena de alegre movimiento.
Como bien nos anuncia el principio de la película, “esta canción del hombre y su esposa es de ningún lugar y de todos los lugares, se puede oír en cualquier momento”. Una obra universal. Es pura poesía a través de imágenes. La emoción que transmite durante su visionado la convierten en una de las películas más emotivas de la Historia del cine. Se encuentra aquí uno de los besos más apasionados de la historia, el cual provoca un caos en el tráfico.
Es una película romántica y expresionista, de una técnica increíble, que aún hoy sigue sorprendiendo. Murnau hace travellings prodigiosos como el del tranvía donde se suben los protagonistas; inventa planos desde grúas, el prodigio de Murnau es indescriptible en palabras, hay que verlo.
A esto hay que sumar la ingeniosa utilización de trucos ópticos realizados ante la cámara, como superimposiciones, transparencias e imágenes múltiples, que le permitieron recrear espacios y momentos oníricos, o reflejar estados mentales de sus personajes. Detrás de la majestuosa dirección artística se encuentra Rochus Gliese, quien -entre otros proyectos destacados- había colaborado en la dirección de «El gabinete del Doctor Caligari» (1920). Uno de los aspectos más peculiares es que los decorados de los interiores fueron construidos con paredes y techos inclinados para crear perspectivas distorsionadas.
Recursos técnicos siempre al servicio de una historia y no meramente gratuitos.
Aunque no pasó desapercibida para la crítica, y fue reconocida por la Academia con 3 Oscars de sus 4 nominaciones –mejor actriz (Janet Gaynor que tenía 20 años), mejor fotografía y por destacar como producción “única y artística- , no fue bien en taquilla, por lo que Muranu ya no volvió a contar en su siguiente producción con esa libertad y medios económicos a su alcance.
Pocos meses más tarde se estrenaría “El cantor de jazz”, primera película sonora, lo cual perjudicó bastante a “Amanecer” ya que el público estaba ansioso por asistir a la primera película sonora.
Imprescindible.
En 1927, William Fox, potentísimo productor estadounidense y posiblemente el primero que promovía la contratación de directores europeos, fichó a Murnau, presumiblemente encandilado con sus producciones alemanas como “El último” (1924), “Tartufo”(1926) o “Fausto”(1926).
Fox debía de creer tanto en Murnau que le dio libertad absoluta de creación y un colosal presupuesto. Para este ambicioso proyecto, el primero que F. W. Murnau realiza en Estados Unidos, se gastó 200.000 dólares solo en la construcción del decorado de la ciudad, que luego sería aprovechado para la película “El séptimo cielo” (1927) de Frank Borzage o “Cuatro hijos” (1928) de un joven John Ford. Ambos aprendieron mucho de Murnau.
Así pues, la conjunción de la creatividad europea de Murnau unido a la técnica y recursos norteamericanos posibilitaron la creación de esta incuestionable obra maestra que es “Amanecer”.
Sus detractores tachan al guión como simplista. Precisamente Murnau recortó lo que no le interesaba del cuento “La Excursión a Tilsit" de Hermann Sudermann, en que está basado “Amanecer”, para centrarse en el triángulo protagonista y sacar todo el partido a esta intensa historia de amor.
Efectivamente, la historia es sencilla a no poder más, pero que en las manos de un genio de la capacidad de Murnau se transforma en única, llena de lírica y poética.
Murnau, innovador como pocos, deja atrás el estatismo del cine mudo y apuesta por un dinamismo prácticamente constante, con una cámara fluída y llena de alegre movimiento.
Como bien nos anuncia el principio de la película, “esta canción del hombre y su esposa es de ningún lugar y de todos los lugares, se puede oír en cualquier momento”. Una obra universal. Es pura poesía a través de imágenes. La emoción que transmite durante su visionado la convierten en una de las películas más emotivas de la Historia del cine. Se encuentra aquí uno de los besos más apasionados de la historia, el cual provoca un caos en el tráfico.
Es una película romántica y expresionista, de una técnica increíble, que aún hoy sigue sorprendiendo. Murnau hace travellings prodigiosos como el del tranvía donde se suben los protagonistas; inventa planos desde grúas, el prodigio de Murnau es indescriptible en palabras, hay que verlo.
A esto hay que sumar la ingeniosa utilización de trucos ópticos realizados ante la cámara, como superimposiciones, transparencias e imágenes múltiples, que le permitieron recrear espacios y momentos oníricos, o reflejar estados mentales de sus personajes. Detrás de la majestuosa dirección artística se encuentra Rochus Gliese, quien -entre otros proyectos destacados- había colaborado en la dirección de «El gabinete del Doctor Caligari» (1920). Uno de los aspectos más peculiares es que los decorados de los interiores fueron construidos con paredes y techos inclinados para crear perspectivas distorsionadas.
Recursos técnicos siempre al servicio de una historia y no meramente gratuitos.
Aunque no pasó desapercibida para la crítica, y fue reconocida por la Academia con 3 Oscars de sus 4 nominaciones –mejor actriz (Janet Gaynor que tenía 20 años), mejor fotografía y por destacar como producción “única y artística- , no fue bien en taquilla, por lo que Muranu ya no volvió a contar en su siguiente producción con esa libertad y medios económicos a su alcance.
Pocos meses más tarde se estrenaría “El cantor de jazz”, primera película sonora, lo cual perjudicó bastante a “Amanecer” ya que el público estaba ansioso por asistir a la primera película sonora.
Imprescindible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Como Murnau no quería romper el ritmo, no le gustaban nada los intertítulos, así que intentó utilizarlos lo menos posible, de manera que a medida que avanza el film cada vez aparecen menos, lo cual imprime más ritmo a la película (en total hay unos 30-31 intertítulos). Tres años antes, Murnau había dirigido “El último” sin rótulos. Consideraba que el guión de “Amanecer” se explicaba por sí mismo, sin embargo la productora no lo creía así y finalmente Murnau tuvo que ceder.
Lo más sorprendente es el excepcional trabajo de cámara. Murnau trabajó con 2 operadores y aprovechó su propia experiencia en el expresionismo alemán. Se inspiró en los retratos pastoriles del maestro holandés Vermeer, con lo que consigue un efecto pictórico nunca antes visto.
La meticulosidad de Murnau llegaba a hacer que, para su interpretación, George O´Brien se colocara piedras en los bolsillos y para el calzado unas pesadísimas botas de plomo para simular unos andares toscos y cansinos. No descuida tampoco el apartado visual de las protagonistas. La esposa, inocente, frágil y de un aspecto blanco casi virginal, con pelo recogido durante casi toda la película, que contrasta con las ropas elegantes y modernas, y el peinado corto al estilo cabaret de la chica de la ciudad.
Hay una dualidad muy interesante entre el campo y la ciudad, que Murnau retrata desenfrenada y llena de movimiento, luz y diversión. También la hay en las dos mujeres. La forastera de ciudad que intenta convencer a su amante para que cometa el crimen, aparece como una auténtica mujer fatal, y por momentos se asemeja al conde Orlok de “Nosferatu”, otra obra maestra de Murnau sobre el mito de Drácula.
Murnau tiene un cameo en la escena del baile de la pareja: es el hombre con traje más pegado a la derecha del plano.
Lo más sorprendente es el excepcional trabajo de cámara. Murnau trabajó con 2 operadores y aprovechó su propia experiencia en el expresionismo alemán. Se inspiró en los retratos pastoriles del maestro holandés Vermeer, con lo que consigue un efecto pictórico nunca antes visto.
La meticulosidad de Murnau llegaba a hacer que, para su interpretación, George O´Brien se colocara piedras en los bolsillos y para el calzado unas pesadísimas botas de plomo para simular unos andares toscos y cansinos. No descuida tampoco el apartado visual de las protagonistas. La esposa, inocente, frágil y de un aspecto blanco casi virginal, con pelo recogido durante casi toda la película, que contrasta con las ropas elegantes y modernas, y el peinado corto al estilo cabaret de la chica de la ciudad.
Hay una dualidad muy interesante entre el campo y la ciudad, que Murnau retrata desenfrenada y llena de movimiento, luz y diversión. También la hay en las dos mujeres. La forastera de ciudad que intenta convencer a su amante para que cometa el crimen, aparece como una auténtica mujer fatal, y por momentos se asemeja al conde Orlok de “Nosferatu”, otra obra maestra de Murnau sobre el mito de Drácula.
Murnau tiene un cameo en la escena del baile de la pareja: es el hombre con traje más pegado a la derecha del plano.