Cualquier espectador, antes de ir a ver una película, debe informarse sobre ella y sobre su director, así después no se sentirá engañado, y lo que es más importante, no tendrá esa sensación de haber perdido su tiempo. Atom Egoyan conoce perfectamente el lenguaje cinematográfico y por eso se permite el lujo de transgredirlo y ahí está la firma de sus películas. Me recuerda mucho a Luís Buñuel. Como parábola, la película está muy bien planteada, y llegando al final vamos dando sentido a todo lo que hemos estado viendo. Tiene una dirección aparentemente laxa y caótica que parece dar todo el peso de la película a los actores, pero cuando se ve completamente nos damos cuenta que todo ha sido perfectamente dirigido a donde el director quería. Es muy acertada la música de fondo, unas melodías árabes que al sonar producen un efecto enigmático que pone en expectativa al espectador.