El ladrón de bicicletas retrata de manera simple, pero sumamente realista, la forma de vivir en Italia en la época de la posguerra.
Podemos ver de forma totalmente cruda, la pobreza a la que se enfrentaban, no solo los personajes principales, sino también gran parte del pueblo romano.
Pero independientemente de la forma de vivir del pueblo, podemos apreciar el carácter y la dignidad de los personajes principales, cómo luchan por lo que quieren, cómo hace lo posible por encontrar su bicicleta, a pesar de que parece algo imposible hacerlo, y cómo al final su frustración es tal que llega a caer en lo mismo que lo ha llevado hasta donde está, es decir, roba una bicicleta, mostrando cómo, en ocasiones, la desesperación nos hace actuar de la forma en la que menos queremos o de la que mas nos quejamos.
Con la fotografía podemos visualizar de forma muy estética, la ciudad de Roma tal y como era en aquella época, pues, por el tipo de historia y los años en los que fue filmada, no podía haber ningún efecto mas que la creatividad del director. También el montaje está hecho de forma que la película parece muy amena, no es muy rápido pero tampoco es demasiado lento, es excelente para la historia.
La música es perfectamente melancólica, para transmitir exactamente el ambiente en el que se vivía en aquella época.
También las actuaciones le dan una gran credibilidad a la historia, ya que los personajes principales son interpretados perfectamente como personas comunes y corrientes de las que se habla en la historia.