Rodada en plena efervescencia noventera, Tony "cocainómano" Scott se marca todo un touch down peliculero, donde cualquier adjetivo que se pueda tildar de "excesivo" se queda corto.

Pero esa es su gran virtud, pues la película, al igual que el personaje de Willis es lo que es y no siente vergüenza alguna por lo que muestra en pantalla: el guión es de uno de los actores de "Depredador", cargado de chistes macarras y frases tan despiadadas como divertidas:

"¡Mierda! ¡No está dando una paliza un académico de la lengua!"
"Cuidado hijo... sólo mis amigos pueden llamarme Shelly" " Ah Pero… ¿Tienes amigos?”

Entre tantas y tantas que se disparan a quemarropa y sin respiro, desde el minuto cero comienza la acción: "Ésta vida es una mierda... ¡¡¡Bang!!!" y el tipo se vuela la tapa de los sesos en mitad del estadio, tras cargarse a medio equipo de fútbol americano.

Todo tan surrealista y “americano” como británica es la mano que lo rueda: una ironía y mala baba que te parte en dos.

O la escena del bar con Willis y Wayans rompiendo el hielo, ¡Y de qué manera!

Es un peliculón, de acción trepidante y sin aliento. Carnaza para los críticos resabiados que no saben disfrutar de una peli de acción sin ver más allá de que a veces, también conviene darse un baño de exceso, como los chocolates del lidell: engordar engordan, pero están tremendos.

"Todo el mundo te odia... ellos se lo pierden, sonríe cabrón" Ese es el espíritu de la película.

Disfrútala.